Capítulo 12: Visita peligrosa

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Las cosas pasaron demasiado deprisa.

En menos de un segundo estaba atada a una silla con unas fuertes, duras y frías cadenas de hierro que me apretaban las muñecas. A mi derecha estaba mi madre, también atada a otra silla y con sangre derramándose por su barbilla. Y a mi izquierda estaba mi padre, él no estaba atado, pero no hacía falta ya que parecía que estaba inconsciente, seguramente, y una gran herida en el cuello me lo indicaba, le habían administrado sangre de muerto para dejarle así.

Recuerdo que pataleé, chillé, e intenté liberarme de las ataduras, pero no podía. Mi fuerza no era suficiente, y menos después de ver como estaba mi familia. Al ver que no me callaba me pusieron un trozo de cortina, la que tenía enfrente de mí, a modo de mordaza, pero aun así seguía dando gritos.

El salón estaba lleno de gente, no, de vampiros. De sus bocas sobresalían minúsculos, y afiladísimos dientes en punta, que hacían que sus caras se desfigurasen por completo. Había diez hombres y cuatro mujeres, una de las cuales parecía que era la jefa, ya que siempre que se movía iba acompañada por dos hombres, uno a cada lado.

El corazón me iba a mil por hora, notaba como la sangre me recorría el cuerpo, como se concentraba en la cabeza para que me permitiese pensar con claridad. Pero era difícil. Le hacían preguntas a mi madre, ella no contestaba y entonces la pegaban puñetazos, en la cara, estomago, en cualquier parte que les viniese bien en el momento. Y mi padre seguía inconsciente, con la cabeza agachada como si se hubiese quedado dormido sentado. Ya que no me habían atado los pies no paraba de darle golpecitos para que reaccionase, pero parecía que eso no era suficiente.

No sabía qué hacer.

No podía hacer nada. Y eso me molestaba más que el hecho de estar atada por unos vampiros. No sabía lo que querían. No dejaban de preguntarle a mi madre por una profecía. Una y otra vez.

-         ¿Qué es lo que sabes de la profecía?

Pero no había respuesta. Mi madre callaba y negaba con la cabeza. Ella no sabía nada del mundo sobrenatural, por qué no paraban de preguntarle. Por qué no me torturaban a mí. Tal vez yo sería la siguiente. Estaban esperando a que ella les dijese algo.

No dejaba de pensar que esas personas probablemente eran el grupo de mi padre. Aquellas con las que había vivido más de diez año, día tras día, hora tras hora. Y ahora estaban haciendo sufrir a su familia. Y casi le habían matado a él.

Por más que mi mente maquinase miles de planes no podía llevar ninguno a cabo. Ellos eran más, más fuetes, más rápidos, más letales. Yo no dejaba de ser una niñita asustada que había dado un par de clases de defensa y sabía alguna cosa sobre los vampiros. Pero nada más. Solo sabía que, uno, se les debilitaba con sangre de muerto, la cual estaba en el mismo cajón al que había intentado llegar hacia menos de cuatro días, y dos, se les mataba únicamente si se les cortaba la cabeza. Todas esas opciones ya las había barajado cuando mi padre se presento en casa, y las había descartado por imposibles, como lo iba a poder conseguir con quince vampiros. Imposible. Estábamos perdidos. Lo único que podía hacer era esperar y ver qué es lo que sucedía ante mis ojos sin poder hacer nada para evitarlo.

Era mi fin. Nuestro fin. Mi familia acabaría ahí, así. Pero por lo menos lo haríamos juntos. Por lo menos había vuelto a ver de nuevo a mi padre. Habíamos vuelto a ser una familia, extraña, vale, pero estábamos juntos. Y después de todo lo que habíamos sufrido, íbamos a morir a manos de un puñado de asquerosos vampiros que a saber que querían.

Cuando se cansaron de la evitación de mi madre vinieron a por mí. Ella chilló, pataleó, pero no sirvió de nada, como me había pasado a mí. Me hacían la misma pregunta.

Una chica Sobrenatural (#wattys2017) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora