Seguimos tumbados en la cama, y si por mi hubiera sido, nunca hubiéramos salido de allí. Me habría quedado para siempre enredada entre las sábanas, sintiendo cosquillas mientras Sam paseaba sus dedos por mi espalda.
- Nunca me había fijado – dijo parando sus caricias en un punto exacto de mi espalda.
- ¿En qué? – pregunté algo intrigada.
- Tienes dos pequeñas marcas en la espalda. Justo aquí – apretó el dedo – Solo se notan al tacto. – retorcí el brazo intentando llegar al lugar señalado. Pero fue imposible. Hice un amago de levantarme, pero él me lo impidió. Si tenía unas cicatrices en la espalda quería saberlo. ¿De qué eran? – Deberías tatuarte unas alas.
- Muy gracioso. Estoy herida y tú lo único que haces es reírte. – reproché dándole un golpe en el pecho y alejándole de mi.
- No son heridas, sino cicatrices. Y ambos sabemos de que son Lexi. No pasa nada. No se ven.
- Hazme una foto – ordené, aunque lo único que conseguí fue que soltara una carcajada. Le miré fijamente con mi expresión de enfado absoluto.
- ¿En serio? – no contesté, mi mirada le dio la respuesta.
Como ya me había advertido, la fotografía no reveló nada, debido a que no se veía nada. Ni bultos, ni heridas, nada. Nos tiramos un buen rato discutiendo sobre si se debían a mis alas o eran de otra cosa. Me costó aceptarlo, porque significaba aceptar de una vez por todas lo que en realidad era. Si no lo hacía, seguía estando disponible la posibilidad de que todo fuera producto de mi desbordada imaginación y de los libros, películas y series de televisión que veía. Pero las marcas, hacían que fuera difícil de rechazar.
Yo siempre me consideré una chica normal, del montón, de esas que se entremezclan entre la gente y se vuelve invisible. Estaba equivocada. Una nefilim. Una madre ángel caído y con reseteo de memoria. Una profecía, de la que no me había olvidado, que supuestamente tenía que ver conmigo. Era lo opuesto a normal. Algo complicado de asimilar, al menos para mí.
¿Cuánto llevábamos en la habitación? Hacía calor, inconveniente de tener cuatro paredes y ninguna ventana. Pero ninguno pareció dispuesto a levantarse.
Me fijé, por primera vez desde que había entrado en la habitación, que su cartera estaba encima de la mesa. Fue como si me llamara, invitándome a comprobar si era cierto. Me escapé de sus brazos, fui hasta la mesa dando pequeños saltitos, ya que el suelo parecía que estaba hecho de hielo de lo frío que estaba, la cogí y volví a refugiarme en la cama. Su cara reflejó extrañeza. Le sonreí.
- ¿Puedo comprobar algo? – meneé la cartera frente a su cara. Asintió, aunque no tenía otra opción.
Abrí la cartera. En el apartado destinado para guardar las fotografías no había nada. Una tarjeta de crédito a nombre de otra persona. Un par de tarjetas de visita de diferentes agencias gubernamentales. Cincuenta y cuatro dólares. No estaba. Pero era normal, había pasado mucho tiempo y muchas cosas. ¿Cuántas veces habría cambiado de cartera desde entonces?
De repente me quitó la cartera de las manos.
- ¿Buscas esto? – me pasó una pequeña fotografía, algo manoseada, pero en buenas condiciones todavía. Me asustó la creciente habilidad de lectura de mi mente que estaba desarrollando. - ¿Cómo sabes...?
- ¿Por qué nunca me has contado que estropeé tu primer beso? – dije de golpe, haciéndole callar y no pudiendo acabar su frase.
- ¿Qué? ¿Mi primer beso? – estaba más extrañado que cuando me levanté a por su cartera y empecé a rebuscar como una cotilla. – Ya te conté que fuiste tú quien me dio mi primer beso, cuando no sabias casi ni andar. – me besó suavemente en los labios - ¿A qué viene esto?

ESTÁS LEYENDO
Una chica Sobrenatural (#wattys2017) [EDITANDO]
Hayran KurguLexi siempre pensó que su padre la había abandonado, pero un día descubre la verdad y su mundo cambia. Tendrá que elegir entre vivir en ese nuevo mundo lleno de misterios y peligros u olvidarlo y seguir con su vida normal. Una novela basada en la se...