Capítulo 4: Fiera

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Me muevo por la casona mientras arreglo mi cabello y me detengo a mitad de camino cuando escucho voces dentro del salón, frunzo el ceño y me dispongo a entrar cuando Adriano aparece en mi campo de visión con una sonrisa estampada en el rostro. Lo miro mal y trato de alejarme, pero toma mi mano y hala de esta hasta el otro lado donde me pone contra la pared, me alerto porque sé que este tipo de cosas están prohibidas, pero poco tardo en notar que es un punto ciego.

—¿Qué quieres? —suelto y él chista.

—No entiendo porque eres tan arisca, solo quiero ser amable contigo.

—Proponerme ir a su habitación no es una manera muy amigable de iniciar una conversación —respondo y niega.

—No te olvidas, por lo que veo. Pero pierde cuidado, solo era una broma —sigue y asiento.

—Dale gracias a Dios que no eres comediante porque estarías en la calle —Ríe.

—Eres hermosa, Alessandra. Sé que lo sabes y eso, en verdad me gusta. Creo que deberíamos dejar nuestros recelos de lado, para poder conocernos mejor y con calma —Entrecierro los ojos—llevas años aquí y solo sé tu nombre, debemos crear un buen ambiente laboral, ¿no crees?

Ruedo los ojos cruzándome de brazos y apoyo mis manos en su pecho, puedo percibir la firmeza de sus músculos, relame sus labios y yo asciendo hasta su cuello el cual acaricio permitiendo que se apoye en mí y no niego que es realmente atractivo con sus potentes ojos azules y cabello negro, los músculos lo hacen ver enorme y si estuviéramos en otro momento ya estaría cabalgando sobre él. Pero esto no es un maldito bar y no somos dos desconocidos. Sonrío acercando su rostro al mío y sonrío cuando noto que cierra los ojos, tal cosa me hace cerrar mi mano en su cuello y lo noto tensarse.

—No te equivocabas —susurro y abre los ojos.

—¿Qué?

—Se me da eso de seducir —respondo antes de enterrar mi rodilla en su entrepierna—si quisiera usar esa cosa, solo bastaría un par de palabras. A los hombres como tú no hay que decirle mas de dos cosas para que caigan, lo fácil lo llevan marcado en la frente.

Sonrío ante sus maldiciones mientras está apoyado en la pared y sigo mi camino en busca de mi habitación donde me termino de arreglar justo cuando llaman a mi puerta y pienso que es Adriano en busca de algún tipo de venganza, pero es Adolfo el cual me sorprende lo fácil que se le hace parecer un alma en pena.

—¿Necesitas algo? —cuestiono y él levanta las cejas.

—El señor Belucci solicitó una reunión —avisa y sonrío.

—No me digas que ahora te tienen de mensajero, Adolfo —suelto con burla y él frunce el ceño, cosa que me sorprende.

—De carácter urgente —termina antes de irse y cierro la puerta antes de seguirlo.

Cruzamos la casona hasta llegar al despacho de Abramio el cual me recibe con una sonrisa, deja su puro y posa sus manos tras su espalda.

—Debo encomendarte una tarea, debes ser realmente cuidadosa —pide y asiento—Bianca viene en camino, deberás escoltarla ya que Adriano se encarga de la seguridad de la casona.

—Como ordene.

—Prepárate, debes recogerla donde siempre —avisa antes de recibir un llamado—sé rápida.

Salgo del despacho rumbo a los patios donde ordeno que un par de escoltas me sigan tomando las cuatro camionetas que se enrumban hacia la pista privada de Abramio, me fijo que todo este en orden antes de pedir que salgan y las dos mujeres son rápidas a la hora de bajar del avión y entrar en la camioneta, dos autos más se unen tomando caminos diferentes y pido que sean rápidos.

SICARIA [Codicia #1]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora