Capítulo 8: Baila al ritmo de las balas

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Mis parpados no ceden cuando intento abrirlos, mi cabeza se siente pesada y todo mi cuerpo está tenso, percibo algo moverse y me incorporo de inmediato.

—Calma, señorita —dice alguien cuando abro los ojos.

Mi visión está borrosa y parpadeo una y otra vez hasta que se aclara, veo a una mujer con vestido blanco y ella me mira preocupada, recorro la habitación con la mirada y noto que es la mía, pero ahora está llena de objetos médicos.

—¿Qué pasó? —pregunto.

—Tenía una contusión y otras heridas.

—Debo irme —digo quitándome el catéter.

—Señorita, no se lo recomiendo —dice insegura, saben que no deben debatir.

—Ya estoy bien, ¿no? —Ella me mira sin darme respuesta—¿no? —vuelvo a preguntar y asiente bajando la mirada.

Me deshago de las sábanas que me cubren y salgo de la habitación. Camino por los pasillos hasta que llego al salón y Adriano se levanta al verme y camina hacia mí.

—¿Qué haces? No puedes hacer esfuerzo—dice y yo niego con la cabeza apartándolo. Estoy desorientada.

Toco mi frente y en esta tengo una herida cerrada por puntos mariposa, salgo del lugar y me encamino por el por el mismo camino por el que llegue.

—Alessandra, por favor —Lo escucho, pero todo me aturde—no puedes hacer esfuerzo.

—¿Sientes algo por mí? —pregunto de golpe y él frunce el ceño.

—¿Qué mierda dices? —Niego y me encamino de nuevo a mi habitación— ¿es por qué me preocupo por ti?

Veo a varios hombres en la puerta y ruedo los ojos al notar que es la enfermera la que los ha llamado, los hombres armados se vuelven y me apuntan, pero al notar mi semblante se disculpan. Atravieso la puerta y entro a mi habitación, voy hasta el baño y me ducho. Siento mus músculos pesados y no creí que me diera tan duro ir a buscar a esa maldita, pero no debo permanecer mucho tiempo así, con los buitres que me siguen desde que llegue solo hace falta un error para que se quieran alimentar de mí. Después de vestirme salgo y voy hasta el despacho de Abramio, pero solo encuentro a Adolfo que está sentado en el puesto de mi jefe y al verme se levanta tomando su habitual cara de odiar la vida.

—¿Dónde está? —pregunto, pero no me responde. No tengo paciencia.

Voy hasta él y lo encuello, pero saca su arma y me apunta. Siempre me ha caído mal, no lo soporto y lo mataría ahora mismo si no me hubiera tomado con los calzones abajo. Lo miro mal y este sonríe, como el gato que ha acorralado al ratón, me mantengo firme en mi puesto porque no puedo darle otra imagen de mí, aunque solo le haga falta mover su dedo para matarme.

—No vuelva a tocarme —ordena sin dejar de apuntarme y chisto, casi rio. Pero veo como un cañón se coloca en su sien y me vuelvo, es Abramio.

—Baja el arma, Adolfo —habla con los dientes apretados y este lo obedece de inmediato—lárgate —El pelirrojo sale a paso apresurado.

—Señor —habla Adriano apenas entra y lo miro con el ceño fruncido.

—Cállate, creí que había sido claro —suelta y de nuevo me veo en una situación bastante peligrosa.

—¿Qué pasa, señor? —pregunta Adriano.

—Fallaste, de nuevo —suelta con ira y yo retrocedo.

—Pero, señor...

—¡Calla! —grita Abramio y Adriano da un paso atrás—dejaste escapar a los líderes.

—Nos rodearon, señor —dice y Abramio se levanta plantándose frente a él. Supongo que eso era lo que estaba haciendo.

SICARIA [Codicia #1]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora