Carta No. 1: La cacería del diablo

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Palermo, Sicilia. 

12 julio del 2015

Las gruesas gotas de lluvia impactan contra mi cuerpo al tiempo que se mezclan con mis lágrimas, mi corazón está agitado y mis pies duelen cada que tocan el asfalto, pero no me detengo y solo puedo correr más rápido en la solitaria calle, sin poder mirar atrás. Mi instinto me dice que no puedo parar, pero la duda me gana y termino deteniéndome solo para ver los tres autos que derrapan y se acercan aún más, el miedo estremece mi cuerpo y yo solo puedo mirar el bosque a un lado de la calle y no dudo en adentrarme en él y correr, sin detenerme a pensar el hecho de que la imagen de mis padres y hermano siendo asesinados quedará en mi mente por siempre. No sé cuánto tiempo corro, pero mis pies comienzan a sangrar y solo cuando el sol sale me detengo y miro a todos lados en busca de un lugar donde esconderme, pero cuando me dejo caer sobre el barro percibo a alguien gritar y segundos después como varias sombras se mueven entre los árboles y yo solo lloro en silencio mientras percibo el dolor en mis extremidades y mi cabeza comienza a pesar, el frio me toma al tiempo que mis dientes castañean. Las lágrimas me nublan la vista y de pronto la oscuridad me toma.

Percibo mi cuerpo pesado y abro los ojos solo para encontrarme una diminuta habitación y me incorporo mirando a todos lados encontrándome a una mujer de espaldas la cual se gira y sus ojos azules me observan con fijeza, sin inmutar palabra. El miedo me hace mover, pero la debilidad me toma y ella levanta las cejas antes de salir de la habitación. Trago grueso mirando a todos lados y noto que estoy en una especie de hospital, pero todo mi cuerpo se tensa cuando la puerta se abre dejándome ver a un hombre de traje que parece estar enojado, sus ojos negros se posan en mí y respira hondo.

—¿Cómo es tu nombre? —cuestiona cuando la mujer de ojos azules se posa a su lado con una expresión de fastidio.

—Alessandra —respondo casi en un susurro y asiente.

—¿Qué te pasó?

—Unos hombres entraron a mi casa y mataron a mi familia.

—¿Qué hombres? —sigue preguntando y respondo porque el miedo no me deja razonar.

—Eran prestamistas.

—¿Tu familia está muerta?

—Sí, señor —El dolor me abarca llenándome los ojos de lágrimas.

—¿Tienes a alguien más?

—No, señor.

—Yo puedo ayudarte, pero todo está en lo que tú estes dispuesta a hacer —dice acercándose un poco más y el miedo me toma, estremeciéndome.

—No... —Él ríe al ver mi expresión y niega.

—Puedes estar tranquila, al menos a mí no me gustan tan pequeñas —dice y respiro hondo.

—¿Cuántos años tienes? —cuestiona la mujer y respiro hondo.

—Doce años.

—¿Qué tanto estás dispuesta a servirme, Alessandra? —cuestiona llevando sus manos atrás.

—No lo sé.

—Puedo ayudarte y darte donde vivir, pero debes responderme esa pregunta —dice y miro mis manos lastimadas por unos segundos y me encojo de hombros.

—Lo que quiera, señor —digo porque en el fondo, ya no tengo mucha esperanza.

—¿Estás dispuesta a servirme en lo que yo quiera, Alessandra? —cuestiona y trago grueso.

—Sí, señor —Pero esta vez es la mujer quien habla:

—Entonces ya eres parte del infierno de Abramio Belucci, niña.

SICARIA [Codicia #1]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora