Capítulo 15: De camino al averno

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Y como lo dijo Fabrizio, a las tres de la madrugada un auto blindado y totalmente negro me recogió. Fabrizio me dio algunas armas, dinero y ropa solo con una condición, una que cumpliré cueste lo que me cueste. Justo ahora estoy a bordo de un ferry con rumbo desconocido, pero según lo que he escuchado, voy a Lacio.

—¡Ragazza! —Grita un viejo con barba y voy hasta él—hemos llegado. El señor Romano ordenó dejarla aquí.

—¿Aquí? —Pregunto y noto que lo único que nos rodea son un par de árboles y un extenso terreno—¿Dónde estoy?

—A unos diez minutos de Civitavecchia —responde y frunzo el ceño.

—¿Y a cuanto de Roma? —pregunto y él sonríe.

—Unas dieciséis horas a pie y a una en auto —responde y frunzo el ceño aún más.

—¿En bus? —Él rueda los ojos, supongo que ya está cansado de mis preguntas y sonrío como disculpa.

—Bueno son las...—Mira su reloj—si te das prisa, alcanzas el de las seis —dice, sin esperar más tomo mis cosas y me encamino a Civitavecchia.

Camino por más de quince minutos con una mochila a mi espalda y un arma en la cinturilla de mi pantalón. La chica rubia de ojos verdes que llega a la estación de buses de Civitavecchia ya no es la sicaria de la mafia siciliana, ahora es la chica la cual tiene que encontrar la manera de destruir esa mafia.

Unos cuantos jefes me consideraban un arma letal, tal vez ellos nunca llegaron a pensar que esa arma se pondría en su contra y que tarde o temprano los acabaría. Al entrar al bus, trato de que la capucha de mi sudadera roja me cubra el rostro, pero unos cuantos pasajeros me miran con extrañeza. Me dejo caer en los últimos asientos y me abrazo a mí misma.

Alguien me toca haciéndome dar un respingo y llevar mi mano a mi arma, pero me relajo al ver que es el conductor el cual está frente a mí. Miro a todos lados y me percato de que ya no hay nadie en el bus. Me levanto bruscamente, tomo mis cosas y después de dedicarle una sonrisa al pálido conductor, bajo del bus. Una brisa fresca golpea mi cuerpo y suspiro, pero todo mi cuerpo se tensa cuando el teléfono que me dio Fabrizio vibra en mi bolsillo. Lo saco y acepto la llamada.

—Alessandra —La voz de Fabrizio es neutral, como siempre—si todavía estás en la estación, debes salir por la puerta C. Ahí vas a ver una motocicleta y junto a ella una anciana; ella te dará las llaves. Puedes usarla para ir a donde creas necesario, ¿de acuerdo? —informa y camino a la puerta indicada.

—De acuerdo, gracias —digo cuando veo a la anciana con cabello canoso y baja estatura junto a una Ducati.

Me acerco a ella y me dedica una sonrisa cómplice, me tiende las llaves y se va como si nada. Miro fijamente la preciosidad frente a mí, pero la paz se ve interrumpida cuando escucho una explosión dentro de la estación. Me giro y veo una nube de humo salir por la parte de arriba y gente aterrorizada correr fuera de la estación. Estoy a punto de subirme en la moto cuando veo a tres hombres de negro salir del humo con unas armas enormes como si de una película se tratara. Con rapidez tomo mi arma y disparo, pero ellos tienen metralletas y no dudan en descargarlas en mi dirección. Me cubro con la puerta y me apresuro a sacar un mini uzi. Escucho sus pasos y salgo, sin esperar descargo el arma dejando a dos en el suelo y uno con una herida en el brazo.

Con un brazo sangrando y sin arma, el hombre se viene contra mí atinando una patada en mi abdomen que causa que caiga estrepitosamente al suelo. Quejándome me levanto y voy hasta él. Mi pie impacta contra su abdomen y segundos después mi puño contra su cara dejándolo desubicado y apunto mi arma hacia él, pero muy tarde me percato de que ya no tiene balas. El hombre se lanza sobre mí y gruño cuando mi espalda impacta dolorosamente contra el suelo. Golpea mi rostro una y otra vez y me cubro la cara con mis brazos haciendo que los golpes terminen en estos.

Se estira sobre mí para alcanzar su arma, pero actúo rápido y con una llave termina con su rostro contra el piso. Saco mi navaja y sin esperar se la clavo en su cuello. Este se retuerce hasta que segundos después quedar inmóvil. Escucho pasos tras de mí y me giro, ahí veo las siluetas de unos diez y no espero; solo corro hasta la moto y poniéndola en marcha salgo a toda velocidad de ese lugar. Cuando voy por una avenida, a lo lejos veo como vienen al menos doce patrullas. Subo la capucha de mi sudadera y acelero pasando así al lado de las patrullas, pero cuando salgo de la avenida miro hacia atrás solo para notar a un policía en moto seguirme. Acelero todo lo que la moto me lo permite y frenando quedo de frente con un callejón y no dudo en acelerar y adentrarme en él. Entro en una calle peatonal y por cosas del destino no atropello a ninguna persona, pero gritan como si yo quisiera hacerlo. Al entrar nuevamente en una carretera mi teléfono vibra, lo tomo y acepto la llamada bajando un poco la velocidad.

—Alessandra, te he enviado una dirección —avisa y lo escucho hablar con alguien más —ahí te van a estar esperando, te sacaran de Italia en avioneta. Pero debo advertirte, fuera de Italia estarás sola —agrega y siento un escalofrió recorrer mi espalda.

—De acuerdo, ¿Dónde me llevaran?

—Noruega —responde y mis ojos se abren hasta el límite.

—¿Noruega? —digo casi en un grito.

—Sí, ahí te darán algunas cosas para que puedas sobrevivir, pero no puedo hacer más —sigue y clavo mi mirada al semáforo.

—De acuerdo, muchas gracias —respondo y corta.

Dejo salir un suspiro y después de ver el mensaje pongo en marcha la moto rumbo al lugar indicado. Al llegar me encuentro con un hombre calvo el cual va a ser el piloto. Me lleva hasta la avioneta y la pone en marcha.

Después de unas mil horas—así lo he sentido—, y unas cuantas escalas en unos pueblos. Por fin aterrizamos en Noruega, frente al mar, en lo que parece un puerto clandestino. Me acerco al muelle y una brisa gélida impacta contra mi cuerpo haciéndome estremecer cuando veo un barco zarpar ruidosamente y al final del muelle noto una silueta de lo que parece un hombre y frunzo el ceño.

—Toma —habla el piloto a mi lado y me tiende un enorme bolso de viaje.

—Gracias —digo y lo veo desaparecer.

Dejo salir un suspiro girándome nuevamente y veo que el hombre se ha rodado en mi dirección y ahora me observa con el ceño fruncido.

Mierda.

SICARIA [Codicia #1]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora