Capítulo 13: Judas y el diablo

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Me quedo mirando las fotos sobre la mesa sin decir nada, en realidad, no hay nada que decir. Adriano, con el que yo creí contar, me ha traicionado y de qué forma. No tengo nada que hacer, no puedo huir. Él me ha colocado un arma apuntando a mi cabeza sabiendo perfectamente que la van a disparar, ¿lo peor? Es que me duele y no por el hecho de que me han descubierto, es solo...creí tener algo con él, no romántico, pero algo lo suficientemente fuerte como para que no llegara a esto. Yo jamás pensaría en hacerlo, jamás pensaría en quitarle su trabajo ni mucho menos traicionarlo como él lo acaba de hacer conmigo.

—Siempre te he tenido aprecio, de hecho, más del adecuado y, ¿me pagas de esta forma? —habla Abramio y levanto mi cabeza tratando de no mostrar debilidad.

—Siempre le he sido leal, pero tengo limites —respondo y Adolfo suelta una carcajada—había un niño, usted sabe que...

—Me importa una mierda si había un niño, te he ordenado matarlo y no lo has hecho —Se levanta para después hacer una señal a los hombres que sé que están detrás de mí.

—Eres una mierda —mascullo en dirección a Adriano cuando los guardias me toman de los brazos y me levantan.

—Llévenla a una de las celdas —ordena Abramio y soy arrastrada por dos hombres hasta la sala donde cuentan el dinero.

Siento todas y cada una de las miradas de los presentes. Atravesamos la puerta de metal y me arrastran por deprimente pasillo, abren una de las puertas y me avientan dentro y en segundos tengo a un hombre sobre mí, manoseándome. Me quita mi arma, navaja y todo... No pongo resistencia, no tiene caso. Pero no puedo evitar que mis ojos se llenen de lágrimas. ¿Cómo llegue aquí? Como me metí en este maldito mundo. ¡No quería esta maldita vida! Pero no tuve más opción.

Me toman de los brazos y me levantan, atan mis manos al techo con una cadena de manera que mis pies dejan el suelo, uno de los hombres frunce los labios con pesar para luego irse dejándome sola. Mi mirada recorre el lugar y cae en una mesa con elementos de tortura y los miro fijamente por unos minutos u horas, ya ni siquiera me importa.

Rio ante la idea que me hagan lo mismo que yo le hice a cientos de personas, en este mismo lugar incluso. Los espías de las mafias enemigas, quienes me faltaban al respeto y traidores, de esos que jamás imagine ser. La puerta suena y se abre dejando ver a Abramio con semblante serio y me limito a mirar mis pies los cuales rozan el suelo.

—Te dejaré ir, Alessandra —hablan y levanto la cabeza, pero mi mirada cae en Adriano el cual me mira con horror y mi pecho se llena de algo que mataría por que fuese odio, pero no, es decepción.

—Yo...

—Solo si lo matas —agrega pasando sus manos por los objetos sobre la mesa.

—No —respondo con una seguridad que con rapidez abandona mi cuerpo.

—Te mataré y lo sabes, ¿no? —dice y trago grueso al sentir mis muñecas arder.

—Sí —Me limito a responder y él toma un bate al tiempo que todo mi cuerpo se tensa.

—¿Por qué no lo mataste?

—Le soy leal, señor. Pero respetar mis limites me han mantenido cuerda —respondo y él extiende su mano con el bate hacia Adriano que se ve sorprendido.

—¿Adriano? —Pregunta mirándolo con el ceño fruncido— ¿Qué sucede? Toma y deshazte de ella.

—Sí, señor —responde tomando el bate y aprieto mi mandíbula. Adriano me mira y deja salir una bocanada de aire.

—Señor —habla Adolfo desde la puerta y Abramio se gira para verlo.

—¿Qué?

—El ministro —Le responde y Abramio sonríe.

SICARIA [Codicia #1]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora