Capítulo 6: Caídas mortales

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Mantengo mi mirada en la ventana mientras no dejo de jugar con mis manos, los nervios no me dejaron dormir y eso me enferma, no debería ponerme así. Me levanto de la silla y recorro por decima vez mi habitación mientras mantengo el radio en mi oreja, no han reportado nada y mientras Adriano no regrese no me veo capaz de salir de aquí. Desde que me lo deje allá ni él ni sus hombres han dado señales de vida y aunque me cueste reconocerlo, eso me tiene al borde del colapso, de las lágrimas.

—Tú lo odias, Alessandra —susurro y froto mi rostro justo cuando la puerta de mi habitación se abre dejándome ver a Adolfo.

—El señor Belucci desea verla —habla y sin más, se va.

Cierro los ojos tomando una bocanada de aire porque no sé qué decirle, el jefe de sus sicarios no ha vuelto y no tengo idea de que pueda hacer ese hombre. Termino de arreglarme y me dirijo a la sala donde lo encuentro con Cecilio, Adolfo, Flavio y otros dos jefes los cuales me miran a la expectativa. Cecilio se mueve llamando la atención de todos y yo percibo un leve temblor en mi cuerpo cuando noto la sonrisa de Adolfo. De haber muerto Adriano, nadie estaría más feliz que él.

—Según los informes de los soldados uno de los jefes de Stidda fue dado de baja, Alonzo Romano —Las risas de los jefes se hacen presente—en nuestro ejército se han presentado bajas también —Tales palabras hacen que clave mi mirada en el piso presa de la ira.

—¿Qué conseguiste, Alessandra? —habla uno de los jefes y aprieto los puños a mis costados cuando me coloco a un lado de Cecilio.

—Interrogué a Lev Kuznetsov —informo y todos fruncen el ceño—hijo del jefe de los rojos, Damián Kuznetsov.

No me sorprenden las miradas de preocupación de la mayoría, pero miro a Cecilio el cual me da un asentimiento de cabeza para que siga.

—¿Qué te dijo? —pregunta Abramio con tranquilidad y yo asiento.

—Después de preguntarle con suma paciencia —Sus risas me interrumpen—dijo algo bastante preocupante; sobre una alianza, para traficar droga y... una venganza contra Abramio Belucci.

— ¿Lograron concretar algo? —cuestiona uno de los jefes y niego.

—No señor, al parecer la reunión era para eso, pero no hemos permitido que se lleve a cabo —respondo y afirman algo preocupados.

—Señor —habla Adolfo y todos se giran hacia él—me han avisado de la llegada de las dos tropas que faltaban.

—Señores —habla Abramio y todos se levantan—la reunión ha concluido.

Sin esperar más, salgo rumbo a la entrada. Atravieso la casona a paso apresurado hasta detenerme de golpe en el vestíbulo. Él está ahí, él está bien. Tiene bastantes golpes en el rostro y lo que parece una herida en la pierna, lo miro a los ojos y el peso sobre mis hombros se aliviana haciéndome olvidar que jamás estamos completamente solos.

—Señor —habla Adriano y me hago a un lado para dejar pasar a Abramio.

—Adriano, ¿Qué me has traído? —pregunta y un cadáver repleto de heridas de bala es lanzado a unos pasos de él, Alonzo Romano.

—Eso señor —responde él y Abramio ríe.

—Perfecto —responde el hombre a mi lado mientras palmea su hombro— cuélguenlo donde ellos lo vean.

De inmediato los hombres lo obedecen llevándose el cuerpo y poco después salen los demás jefes que siguen a Abramio a la salida y pido que varios hombres vayan con él. Mis ojos regresan a Adriano cuando quedamos solos y este se acerca con la respiración entrecortada.

SICARIA [Codicia #1]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora