31 de diciembre de 2013
—Disculpe. Espero no molestarlo.
Jaebeom no se molestó en responderle. El único indicio de que había oído la voz fue que uno de sus hombros recorrió una distancia infinitesimal hacia arriba y luego volvió a descender. Su figura vestida con unos vaqueros y un jersey gris oscuro, se acomodó todavía más en el asiento del autobús.
La mujer de mediana edad, que seguía en pie en el pasillo, se aclaró de nuevo la garganta:
—¿El asiento de la ventana está libre?Jaebeom levantó la mirada y sus ojos se dirigieron hacia el interior medio a oscuras del autobús. Los asientos se estaban ocupando. Debían de haber recogido a veinte nuevos pasajeros en la estación. Se había acabado la privacidad. No le quedaba más remedio que mover la voluminosa bolsa de lona que ocupaba el asiento de al lado.
—Todo suyo— masculló Jaebeom.La mujer pasó entre su cuerpo y el asiento de delante y se dejó caer pesadamente a su lado.
—Muchísimas gracias— le respondió —Se lo agradezco. A propósito, me llamo Delilah. ¿A dónde va?Jaebeom pensó que le había tocado en suerte una cotorra. Perfecto. Sí, perfecto. El resto de asientos estaba ocupado por la típica gente que viajaba en autobús —tipos silenciosos, que resguardaban su anonimato bajo gorras de béisbol y capuchas de sudaderas— pero había tenido que tocarle una cotorra.
Jaebeom no hizo caso de la pregunta que le había formulado la mujer y se puso unos auriculares hechos polvo. Por supuesto que eran un mero decorado. No funcionaban. Auriculares de supermercado cutre, condenados desde el principio. Pero no importaba. Los auriculares cumplían muy bien con su función. En el lenguaje universal de signos decían: «No tengo ganas de charlar».
—Pues bien— murmuró la mujer.
Jaebeom no le hizo caso y encendió el móvil. Había vuelto a salir de la cuenta de Twitter. Lo hacía sin cesar desde la última actualización de software. Un pequeño fallo en el sistema que impedía que dos teléfonos distintos se conectaran simultáneamente a una misma cuenta.
No le cabía ninguna duda de que se trataba de un intento poco afortunado de reforzar la ciberseguridad. Una molestia menor. Nada más. Jaebeom no veía ningún problema en tener que volver a introducir el usuario y la contraseña cada vez que entraba en Twitter.
Nombre de usuario: @JacksonWangEsUnaMierda
Contraseña: contraseñaPero ¿quién podía utilizar la palabra «contraseña» como contraseña?
Nadie. Esa era la respuesta. Nadie que quisiera protegerse de verdad. Ni siquiera se podía decir exactamente que hubiera hackeado la cuenta. Aquella contraseña no era una real contraseña. Era una alfombra roja desplegada. Una invitación.
Jaebeom echó una mirada furtiva a la mujer que se sentaba junto a la ventana. Había apoyado el cuerpo en el cristal y cerrado los ojos.
«Bien», pensó Jaebeom, y se inclinó hacia delante para ver el teléfono. No tenía tiempo para charlas sin sentido. Aquella noche no. No mientras tuviera mensajes pendientes de ver en Twitter. Mensajes privados por leer.
Y releer.
Y releer.
Y releer.Registro 29/12/13 9.03 h
Mark T: No me puedo creer que esto sea verdad.
GaGa: Lo sé. Estoy alucinado. Arreglé mis cosas y estoy listo para ir. Solo tienes que decirme dónde y cuándo.
Mark T: No lo sé... Ni siquiera estoy seguro de que vaya.
GaGa: ¡Tienes que ir, Mark! Se trata de Jackson Wang. Nunca lo has visto en directo.
¿Cuándo se te volverá a presentar una oportunidad como esta?Mark T: Espera un segundo. Tengo que respirar hondo.
GaGa: ¿Qué te dice la terapeuta?
Mark T: Ella piensa que debería ir. Planteármelo como un buen propósito para Año Nuevo.
GaGa: ¡Exacto! Tú puedes hacerlo, Mark.
Mark T: Pero es que tengo un mal presentimiento. Prométeme que no va a ocurrir nada malo.
GaGa: Nada malo. Lo que ocurra será bueno. Muy muy bueno.
Mark T: ¿Me lo prometes?
GaGa: Te lo prometo. Ahora prométeme tú que vas a ir al concierto.
Mark T: Bien, Bien. Será en un club. Nos veremos allí en Nochevieja a las seis de la tarde. Te envío la ubicación.
El intercambio de mensajes había tenido lugar dos días antes y Jaebeom ya se lo había leído un centenar de veces. Siempre se quedaba con la misma sensación. El mismo estremecimiento de gozo que le burbujeaba por dentro...
Cada vez que echaba una ojeada sentía un colocón más fuerte.
El vértigo le duraba tan solo un momento. Al poco rato lo reemplazaba otra sensación. Para empezar, irritación, porque se imaginaba las palabras de la pantalla pronunciadas en voz alta. Había algo en aquella fantasía que le hacía rechinar los dientes una y otra vez. Jaebeom lo había comprendido. Las conversaciones por privado se lo dejaban bien claro. Había algo en las propias palabras y en los pensamientos que representaban. Desde el mismo momento en que Jaebeom había empezado a seguir aquella correspondencia, sus sentimientos habían ido mucho más allá de la mera irritación. Había algo más profundo, más siniestro. Una ira inextinguible. Una rabia contra los dos. Pero sobre todo contra la persona que se había entrometido. El obstáculo.
La persona que había que eliminar. Borrar. Hacer desaparecer, como si hubiera sido un mal sueño.
La que no merecía figurar en la foto.«Pronto —pensaba Jaebeom mientras sus ojos se cerraban poco a poco— Va
a ocurrir muy pronto.»
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I'm your biggest fan [Markson]
FanfictionJackson está descubriendo el lado amargo de la fama: las exigencias de la discográfica, la persecución de la prensa, la presión de las redes sociales. Harto de los admiradores que lo acorralan, decide utilizar un perfil falso para boicotear a sus fa...