BLANCA NAVIDAD

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3 de diciembre de 2013

—Bueno, Mark. La semana pasada querías acompañar a tu madre en una breve salida para ir a comprar un árbol de Navidad. ¿Cómo te fue?

Mark guardaba silencio. Trataba de poner en orden sus pensamientos y seguía despreocupadamente con el dedo las figuras del estampado de la colcha. La terapeuta estaba sentada frente a él, en una silla metálica plegable. La doctora Regan había tenido que renunciar al puf durante el cuarto mes de terapia, porque había estallado bajo su peso y las bolitas de poliestireno habían salido disparadas en todas direcciones.

El chico notaba que su terapeuta lo observaba mientras su mirada vagaba por toda la habitación. Había colgado una ristra navideña de bombillas de colores a los pies de la cama y estas teñían el rostro de la doctora con un fulgor entre verde pálido y rojizo. La madre de Mark había sacado la guirnalda de bombillas del año pasado para adornar el árbol, pero parecía que esta Navidad no iban a tener árbol.
El día en el que tenían que ir a buscarlo, Mark no había logrado salir de la casa. Su madre había aparcado el coche frente a la puerta con el motor
encendido, y todo fue bien hasta que se sentó en el asiento del copiloto. Se había vuelto hacia su madre con una sonrisa triunfal... y el flash de una cámara lo había cegado.

—¿Mark?— le insistió la doctora Regan.

—Sí, creo que me asusté.— Mark jugueteaba con un botón desabrochado de su camisa.

¿Qué ocurrió?

Mark no habría sido capaz de explicárselo a sí mismo, y aún menos a su terapeuta. Si su madre le hubiera advertido, en vez de tratar de fotografiarlo por sorpresa...
Por lo menos había conseguido no vomitar.
De un salto abandonó el asiento del copiloto y corrió hacia la casa.
La doctora le preguntó algo más... algo sobre su madre. Mark ni siquiera oyó la pregunta. Sacudía el pie con impaciencia y contaba sin cesar los minutos que quedaban para que la sesión terminara. Había estado de acuerdo en pasar la visita semanal de la terapeuta a una franja horaria tardía, pero en aquel momento lo lamentaba. Había olvidado que aquella noche tenía una cita con el televisor. Jackson Wang iba a cantar en directo a las ocho de la noche.
Mark había programado el DVR para que lo grabara, pero se desesperaba al pensar que no lo vería en tiempo real.

—¿Mark?— La doctora Regan le habló en un tono algo más brusco que antes —¿Me estás escuchando?

—Disculpe. ¿Qué me había dicho?

La doctora tenía la cabeza inclinada hacia delante y hojeaba el diario de
Mark.
—Veo que en la entrada de esta semana dices que te sientes juzgado por tu madre. ¿Podrías explicármelo un poco mejor?

Mark exhaló un suspiro. No le veía ningún sentido a repasarlo todo una
vez más. Después del incidente en el coche, su madre no había hecho más que ir arriba y abajo por la casa dando fuertes pisadas. Ni siquiera trató de comprender lo que sufría.

—¿Por qué tengo que hablar de eso?— preguntó con voz apagada —Mi madre piensa que soy la mayor desgracia que le haya ocurrido jamás. No he hecho más que arruinarle la vida desde el momento en el que me concibieron.

El rostro inexpresivo de la terapeuta no se alteró, pero la mujer tomó nota
con diligencia en su libreta.
—¿Le has contado a tu madre algún detalle de lo que sucedió en junio?

Mark negó con la cabeza.
—No haría más que echarme la culpa. Me diría que debí de hacer algo para que me ocurriera. Que yo lo provoqué— Se interrumpió y se cubrió la boca con la mano.

La doctora Regan enarcó una ceja.
—Prosigue, Mark. ¿Qué es eso que tu madre diría que te ocurrió por tu
culpa?

—¿Qué?— Se había quedado con la mano en el cuello —No. Nada. Solo
quería decir que me echa la culpa por todo. Y ya está.— Contuvo el aliento con la esperanza de que la terapeuta no lo siguiera presionando.
Tan solo habría logrado hacerle revivir la escena, y Mark no tenía tiempo para un episodio de pánico. Aquella noche no.

I'm your biggest fan [Markson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora