ÉL

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Los ojos de Mark iban de un extremo a otro de la sala de estar, incapaces de comprender el entorno.
Las sillas... el sofá... la mesa de centro... el mobiliario familiar de la casa donde había transcurrido su infancia. Y, sin embargo, había algo que no funcionaba. Algo que no lograba recordar...

Su mirada se detuvo sobre un objeto que reposaba en el suelo. Negro y sin forma. Pesado, sabía que era pesado aunque no hubiera tratado de levantarlo.
Una bolsa. Una bolsa de lona. ¿De quién era la bolsa de lona?
No pertenecía a la casa. Mark, por lo menos, sabía eso. Pertenecía a...
pertenecía a...
De pronto lo entendió. Una náusea le recorrió el cuerpo como una oleada y el aire de los pulmones escapó de su pecho. Pero el alarido murió en la garganta. El sonido que salió no era más que un gemido.
Su boca... tenía algún problema en la boca. Solo podía respirar por la nariz. Los músculos de sus mejillas se tensaron y sintió un chasquido en la articulación de la mandíbula, pero los labios siguieron prietos. Se dio cuenta de que estaban sellados. Sellados del todo.
Entonces, de repente, supo la verdad..., el momento de puro pánico antes de que el mundo se volviera borroso y gris. La doctora Regan lo había dejado solo en la sala de estar con Jaebeom. Mark se había agachado para mirar dentro de la bolsa y lo había entendido todo en el momento de abrir la cremallera.
Cámaras, lentes, trípodes. Un rollo de cable blanco y grueso. Uno o dos rollos de cinta aislante.

El cable —lo vio al mirar hacia abajo— le sujetaba las muñecas. Largas
secciones de cable se enrollaban en torno a su torso y sus antebrazos y lo ataban con fuerza a una silla de madera de respaldo rígido. Y la cinta aislante... sentía su tacto pegajoso en los labios. Se la había pegado sobre la boca, de mejilla a mejilla.

Los ojos de Mark volvieron a recorrer la habitación a gran velocidad y un leve sollozo escapó de su interior, a pesar de la mordaza. Su captor se había marchado no sabía adónde. Oía sus pisadas. Se desplazaban de un lado para otro por el piso de arriba. Si prestaba atención, lo oía ir de habitación en habitación: cerraba las ventanas, echaba las persianas...
Mark recordó que lo había sorprendido por la espalda. Lo encontró con las manos en la masa, mirando en el interior de la bolsa de lona. Abrió la boca para chillar, pero Jaebeom se la había cubierto con la palma de una de sus manos. La otra rebuscaba en el interior de la bolsa, y la sacó empuñando una hoja metálica larga y lisa: un cuchillo de carnicero. Lo había blandido frente a su rostro.
Mark tan solo recordaba algunos retazos de lo que había ocurrido después. Su mente se desconectaba una y otra vez, se concentraba y se volvía a desconcentrar. No recordaba que lo hubiera atado y amordazado... solo que lo había levantado para sentarlo en la silla. Sintió que le metía la mano en el bolsillo delantero de los pantalones y pateó con todas sus fuerzas. Pero Jaebeom no dejó la mano allí dentro durante mucho tiempo. Volvió a sacarla y Mark sintió un objeto que se deslizaba contra su muslo: el móvil. Debía de habérselo metido en el bolsillo antes de que Jaebeom lo atara.

Mark dobló los brazos e hizo fuerza hacia delante con el pecho. Tenía que escapar de allí antes de que él regresara. Si lograba llegar a la puerta principal... Sabía que la doctora Regan aún debía de hallarse en el coche.
Mark impulsaba su peso hacia delante, pero el cable no cedía. Se le clavaba dolorosamente en la carne de los brazos y en las costillas. No tenía ninguna posibilidad de aflojarlo lo suficiente como para escapar. Quizá, si volcaba la silla... podría tratar de arrastrarse...
El crujido de las tablas del suelo lo interrumpió. Ya era demasiado tarde.
Mark cerró los ojos al oír las pisadas que bajaban por la escalera.

***


Jackson se quedó desconcertado al darse cuenta de lo que implicaban las últimas palabras de su mánager. «No hemos sabido nada de él. No responde al teléfono.»
—Espera un momento— dijo Jackson. Sus ojos, de pronto, se abrieron como platos —¿Tienes su número de teléfono?

I'm your biggest fan [Markson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora