Le festín

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Al estar frente la puerta de los Barry di tres toques suaves a la puerta, la cual fue abierta unos segundos después por mi tía, Eliza Barry.

— Gertrude, ___, pasen — Nos recibió amigablemente.

Ambas sonreímos y nos adentramos a la casa, deje mi abrigo en el perchero y espere a Gertrude para entrar juntas hacia la sala principal donde nos esperaba el señor Barry, Minnie May y Diana.

— Querida, que bueno que llegaron ¿Cómo estuvo el viaje? — Preguntó mi tío.

— Excelente, agradezco su interés — Dije ''cortésmente'' aunque sabía que sonaba fingida.

— La cena está lista, pasemos al comedor — Habló la señora Barry.

Me dirigí hacia el comedor junto a Diana y me senté entre mis primas mientras Gertrude se sentaba en frente de mí y el señor y la señora Barry en los extremos de la mesa.

Comenzamos el festín en silencio, era de mala educación hablar en la mesa si el jefe de la familia, en este caso el señor Barry, diera comienzo a la conversación.

— Escuche que irás a la escuela de señoritas — Me dijo el señor Barry.

Me removí nerviosa en mi lugar antes de hablar — Así es, tío.

— La señorita ___ aún no tiene buenos modales — Añadió la monja — Eliza, su hermana confiaba en que usted le enseñaría buenos modales, en vista de que Diana asistirá a la misma escuela dentro de poco.

— Claro que sí, lo que sea por mi querida hermana — Sonrió mi tía — ¿Y por qué Charlotte no pudo acompañarnos? Me hubiera encantado ver a mi querida hermana de nuevo.

Gertrude y yo nos miramos apenas unos segundos, pero supe lo que ella me quería decir ''No le digas la verdad''.

— Mi padre está muy ocupado con el periódico — Contesté lo primero que se me ocurrió — A ellos también les hubiera encantado acompañarme — Mentí.

Cuando la cena terminó Gertrude y Eliza conversaron un poco acerca de mis clases de modales mientras Diana y yo subíamos al cuarto de la mencionada.

— Te extrañé mucho, la última vez que te vi éramos muy pequeñas — Confesé, mientras me dejaba caer de lleno en su cama.

— Lo sé, nos llevábamos tan bien.

— Y cuéntame de ti, hace mucho que no nos vemos ¿Qué has hecho? — Le pregunté.

— Ahora estoy yendo a la escuela y tengo muchas amigas — Sonrió y yo imite su acción — Pero de ellas destacan Anne y Ruby.

— ¿Cómo son ellas? — Quise saber, pues la vi muy emocionada al pronunciar sus nombres.

— Ruby es muy sentimental, está enamorada de Gilbert así que no le hables más de la cuenta o llorara.

— Prometo no hacerlo — Dije divertida colocando una mano en mi corazón a modo de juramento.

— Y luego está Anne, ella es maravillosa, sus palabras te hacen viajar y cuenta historias muy increíbles — Diana hizo señas con sus manos dándole un toque más cómico a la conversación — Tienes que conocerla, tu padre es periodista, se llevarían bien.

— ¿Dónde las conociste?

— En la escuela, antes no nos llevábamos bien pero ahora Anne y yo somos amigas inseparables.

— Como quisiera ir de nuevo a la escuela — Suspire con nostalgia — Hace mucho que no me lleno de conocimientos.

— ¿Tú no ibas a la escuela, __? — Pregunto Diana, fue donde caí en cuenta de que había metido la pata.

— Claro que si — Sonreí forzadamente — Lo que quise decir es que amo tanto la escuela que un día fuera de ahí es como mil años.

Al parecer Diana se tragó mi mentira y seguimos hablando un poco más acerca de sus amigos — Deberías decirle a Gertrude que te meta a la escuela, estudiaríamos juntas.

— No lo sé — Suspire — Tal vez no me deje ir.

— ¿Por qué? — Mi prima frunció el ceño mirándome.

— Digamos que estoy castigada — Rei levemente, eso no era del todo mentira — Tratare de convencerla.

Minutos después la señora Barry nos llamó, al parecer Stevens ya había llegado por nosotras. Me despedí de mi familia y agradecí la invitación a cenar, después tomé mi abrigo para dirigirme hacia la carreta.

El viaje a casa estaba un poco silencioso hasta que Gertrude rompió el silencio — Tus modales hoy no fueron malos, pero puedes mejorar.

No conteste, estaba buscando la forma perfecta para convencer a Gertrude de que me permitiera ir a la escuela.

— ¿No me escuchaste? Dije...

— Quiero ir a la escuela — La interrumpí.

— ¿Qué fue lo que dijiste? — Me miro enojada.

— Que quiero ir a la escuela — Espete mirándola desafiante.

De pronto sentí el peso de una mano sobre mi mejilla izquierda haciéndome voltear la cara un poco, llevé mi mano hacia la zona afectada para aliviar el dolor.

— ¡Insolente! — Regaño la anciana — No es así como se le debe hablar a tus mayores.

— Quiero ir a la escuela ¿Es eso mucho pedir? — Grite con rabia.

— Irás a la escuela para señoritas, no necesitas más conocimientos, solo necesitas saber cómo ser una buena ama de casa — Sentenció — Y es mi última palabra.

Fije mi vista en el camino tratando de retener las lágrimas que estaban por salir debido al coraje y al golpe. Unos segundos después sentí unas manos posarse sobre mi cabellera.

— No te pongas así, sabes que las mujeres emocionales no pueden concebir hijos — Me recordó la monja.

Limpie mis lagrimas con suavidad — Eso es — Siguió diciéndome Gertrude — Es por eso que te escogimos, no por nada fuiste la chica mejor portada del internado.

Cuando llegamos a casa subí directamente a mi habitación y esperé a que Gertrude me colocara listones para mantener mi castaño cabello en ondas para mañana.

Jeggy | Jerry BaynardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora