11. Truenos y relámpagos.

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Un jadeo se me escapa cuando su lengua entra en contacto con la mía, sus dedos se pierden en mi cabello y una sonrisa aparece en mi boca cuando lo siento morder mi labio inferior

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Un jadeo se me escapa cuando su lengua entra en contacto con la mía, sus dedos se pierden en mi cabello y una sonrisa aparece en mi boca cuando lo siento morder mi labio inferior.

—Interrumpiste mi momento romántico, con esa pizza —señalo una vez que nos separamos, lo veo sonreír.

—Discúlpame —sacudo la cabeza. Presiono otro beso sobre sus labios y me alejo.

—Llegaste a tiempo —digo y me dispongo a buscar unos platos—. Está lloviendo mucho.

—Y se va a poner peor —dice, asiento.

Lo veo mirar los retratos que están en la pequeña mesita de centro.

—¿Es tu padre? —cuestiona, miro la foto que tiene en la mano.

—Sí —suspiro, bajo la mirada—. No lo veo desde hace como tres o cuatro meses, en cierto modo... por él estoy aquí, en Londres.

—No tienes que hablar de eso sí no quieres —se apresura a decir, niego sonriendo.

—Mi mamá y él de separaron mucho antes de que yo naciera —explico—. Nosotros vivíamos en España y él se mudó aquí, con su nueva familia. Pidió una Visa para que mamá pudiera venir y traerme con ella —siento mis ojos húmedos —. Creo que no le agrado a su esposa —susurro.

—¿Por qué no le agradarías? —lo oigo preguntar, cuando levanto la mirada lo veo al otro lado de la barra. Sin saber que responder, solo me encojo de hombros, después siento sus nudillos acariciar mi mejilla—. Me es imposible creer que haya alguien en este mundo que no te quiera —se acerca más a mí, sus dedos se apoderan de mi barbilla, elevándola hasta que mis ojos chocan con los suyos.

—No puedo caerles bien a todos —sonrío, sintiendo una lágrima bajar por mi rostro—. Y eso está bien, me hace más humana.

—En serio eres un ángel —dice, regalándome esa hermosa sonrisa suya.

—¿Por qué dices eso? —cuestiono en un susurro.

Porque con un corazón así, te mereces el cielo entero.

[...]

Un trueno resonó por toda la sala, haciendo que saltara en mi lugar, el brazo de Jordan me apretó más contra su cuerpo. Cerré los ojos cuando vi un relámpago alumbrar la estancia, sabía que iba a tronar otra vez, así que solo esperé. Volvió a tronar y volví a saltar. ¿Es estúpido que tenga diecinueve y aun así les tenga miedo a los truenos?

—¿Estás bien? —cuestionó, negué enterrando mi rostro en su pecho. Escuché su risa.

—No te burles —dije, me removí un poco para poder verlo mejor—. Es tedioso, no me gustan los truenos.

—Ya me doy cuenta —sonríe alejando el cabello de mi rostro, mis ojos no se apartan de los suyos.

Su rostro se acerca al mío, su respiración hace que cierre los ojos, deleitándome con su aroma masculino. Este hombre suda perfume.

Una bestia bajo la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora