44. Dejar los malos hábitos.

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Bailee seguía dormida junto a mí, y no la culpaba

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Bailee seguía dormida junto a mí, y no la culpaba. Habíamos estado hablando casi toda la tarde luego de que se le ocurriera ese bobo juego de las veinte preguntas. No pude negarme, sus ojitos azulosos siempre se salían con la suya.

Mi teléfono vibró sobre la mesita de noche, logrando sacarme de mis pensamientos.

Hermano, necesito que vengas al galpón.

ES UN ASUNTO DE SUMA IMPORTANCIA.

El mensaje de James me dejó un poco confundido, pero no impidió que mi curiosidad se despertara. Eran más de las nueve de la noche y debía ponerle frente a lo que sea que estuviera pasando.

Estoy por salir, espérame.

Suspiré y me giré hacia Bailee, su rostro estaba apoyado sobre la almohada de perfil y su mano estaba sobre su mejilla. Me acerqué a ella y dejé un beso en su frente que le robó un suspiro, sonreí y besé su hombro antes de ponerme de pie e ir al baño.

Me di una larga ducha y me vestí lo más rápido que pude, cuando salí del baño observé a mi castaña ahora boca abajo sobre la cama. La sábana dejaba su espalda descubierta y tuve que apartar mi mirada, y aferrarme a la poca fuerza de voluntad que tenía para no despertarla y besarla hasta el cansancio.

Me coloco la chaqueta y sin importarme nada, me acerco a la cama y tomo una de las almohadas y la dejo junto al cuerpo de Bailee. La castaña no duda en rodearla con sus brazos, apretándola a su cuerpo, sonrío sin poder evitarlo y beso su cabeza antes de cubrirla con la sábana hasta el cuello. Apagó la luz de la mesita de noche y abandono la habitación antes de que se despierte.

Cuando llego a la sala veo a Rachel sentada en el sofá individual con un gran bol de palomitas en las piernas y con el teléfono en su mano.

—¿Qué haces aquí? —le pregunto y ella solo me observa.

—Estoy aburrida, en el lote no hay nada que hacer y quise visitar a Bailee. Pero en el camino me dio hambre y Elena me cumplió los antojos —respondió rápidamente y volvió su vista a su teléfono—. ¿Está dormida?

—Sí, pero no tardará en despertar... Debe tener hambre— le digo, Rachel me regala una sonrisa y mete un puñado de palomitas a su boca—. ¿Y tu hermano?

—En el lote —dice con la boca llena, arrugué la nariz mirándola con asco. Rachel rodó los ojos y siguió comiendo—. Dijo que debía decirte algo, no sé. Parecía estresado... Deberías ir a ver qué es lo que quiere —se encoge de hombros sin mirarme y sigue comiendo, asiento para después hacer mi camino fuera de la casa.

Busco el Mustang y subo al mismo en menos de un parpadeo, pongo en marcha el motor y piso el acelerador a fondo.

¿Qué será eso tan importante que debe decirme James? Es extraño que me escriba y que Rachel no supiera nada al respecto ¿Será la que estoy pensando?

Una bestia bajo la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora