4. Preguntas y confesiones.

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West Wittering Beach

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West Wittering Beach.

Sí, de todos los lugares a donde creí que iba a llevarme, optó por venir a la playa. Treinta y cinco minutos gracias a que estábamos cerca. Fue el mejor tiempo invertido en mi vida, sin duda alguna.

Y, ahora; a la luz de la luna, las nieves grises rodeando el cielo nocturno y las pocas estrellas, en una playa desolada, estábamos sentados en la orilla.

—Esto es asombroso —murmuro, escuchando el sonido de las olas.

—Sí, lo es —concuerda conmigo, con los codos sobre sus rodillas y la vista en el mar.

—¿Vienes muy seguido? —cuestiono.

—A veces —dice simplemente—. En un mundo como el mío, sentarse aquí, es más que un privilegio.

Sus palabras me golpearon con fuerza, y tan solo me imaginé cómo sería su vida en medio del peligro. Decir que me asusté muchísimo, es mentira, porque, en realidad, me sentía muy aterrada.

Por él.

—¿Cuántos años tienes? —su pregunta me sacó de mis pensamientos.

—Diecinueve —sonreí, orgullosa de haber llegado hasta donde estoy.

Levanta las cejas y sacude la cabeza.

—Vaya, sí que eres pequeña —se ríe, mirándome.

Frunzo el entrecejo y ladeo la cabeza, sonriendo le pregunto—: ¿Y cuántos años tienes tú? No creo que seas tan viejo, ¿o sí?

—¿Cuántos años crees que tengo? —arqueó una ceja.

—Mmh —me lo pensé, entrecerrando los ojos hacia él—. ¿Veintitrés?

—Frío —se lamentó, pero sin borrar la sonrisa—. Tengo veinticinco.

—Bueno, tampoco eres tan grande —apunté con firmeza, levantando la barbilla.

Una sonrisa cruzó sus labios y vaya que se veía guapo, demasiado guapo para su propio bien.

¿El ser bonito es malo para la salud?

Debería ser ilegal tener su rostro.

—Eres diferente —expresó en un murmullo que se perdió con el sonido del mar.

—¿Por qué lo dices? —indagué.

—Nunca había conocido a alguien como tú —explicó, sumergiéndose en mis ojos.

Sentí como el cuerpo se me tensa a poco a poco.

—¿Qué me hace diferente? —quise saber.

—Que, después de saber quién soy, aún estás sentada junto a mí y no has salido corriendo —declaró.

Una bestia bajo la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora