32. El rostro del ángel.

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Trataba con demasiada fuerza mantener los ojos abiertos, apreté mis dedos sobre el votante tratando de mantenerme despierto de alguna manera

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Trataba con demasiada fuerza mantener los ojos abiertos, apreté mis dedos sobre el votante tratando de mantenerme despierto de alguna manera. El cuerpo me dolía, la cabeza estaba a punto de explotarme, incluso respirar me dolía, pero necesitaba llegar lo más pronto posible y abrazar a mi ángel.

A lo lejos pude divisar la pequeña casa cerca del lago, a lo que suspiré aliviado al darme cuenta que ya estaba por frenar. Aparqué el auto frente a la puerta y con algo de dificultad bajé del mismo, llevándome una mano al costado, sabiendo que mañana tendría unos buenos moretones.

Antes de siquiera poder tocar la puerta, esta se abrió de repente dejándome ver a mi hermano detrás de la misma. Vi como el alivio recorrió su mirada y segundos después, lo tenía prácticamente sobre mí.

—Me diste un susto de los mil demonios, imbécil —murmuró con cierto dejo de enojo, pero podía escuchar la tranquilidad en su voz.

—Estoy bien —palmee su espalda, indicándole que me soltara, pues me dolía hasta el alma.

—¿Joel? —preguntó mientras de dejaba entrar.

—Debe estar en casa, papá lo llamó y se fue con James —Me detuve en seco cuando miré a Bailee tendida en el enorme sofá de la sala.

—Le insistí para que subiera a la habitación, pero dijo que te esperaría. Supongo que el sueño le ganó la batalla —Jonathan respondió a mi pregunta no formulada—. Es bastante terca, ya veo porque te gusta.

—No me gusta, estúpido —murmuré caminando hacia ella y sentándome en el pequeño espacio que su cuerpo no ocupaba en el sofá—. La amo, eso es muy diferente.

—Bueno —frunció el ceño—. No dejó de llorar, le debes una gran explicación.

—Lo sé —pasé mis dedos por su mejilla rosada, sintiendo la suavidad de su piel bajo la mía.

—Entonces...

—Todo pasó demasiado rápido —pasé mis manos por mi cara, sintiéndome frustrado—. Los hijos de puta nos siguieron al galpón de Brox y nos bombardearon con todo... debiste verlo —cierro los ojos, recordando el sonido innato de los disparos—. Había sangre por todas partes, este tipo tenía demasiada gente de su lado...

—¿Tenía? —pregunta apoyando los codos en sus rodillas.

—Te llamé luego de haberle llamado a Joel —informé—. Este trajo a James consigo y a diez hombres más. Luego te llamé, tenía un leve presentimiento de que sabían algo de Bailee... Por eso la quería lejos de la ciudad, por lo menos unas horas.

—¿Así era? —asentí, observando el contraste de la tela negra del edredón sobre la piel blanquecina de Bailee.

—Sí, uno de ellos me gritó que, si no me mataba a mí, mataría a mi chica —frunzo el entrecejo, pero sonrío después de unos instantes—. Claro, yo lo maté a él después de haber dicho eso.

Una bestia bajo la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora