50. Año nuevo melancólico.

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Estábamos a la espera de la media noche y estaba emocionada, hacía frío, mucho frío, pero eso no me bajaba el ánimo

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Estábamos a la espera de la media noche y estaba emocionada, hacía frío, mucho frío, pero eso no me bajaba el ánimo. Estábamos en el galpón de Brox solamente nosotros cuatro, Jonathan y Joel decidieron quedarse con su padre en casa, diciendo que querían descansar un poco. James, por otra parte, se había ido con una novia. Rachel dijo que la chica lo tenía mal y parecía estar enamorado, así que no le reprochamos nada.

Eso nos dejaba a Rachel, Brox, Jordan y a mí, en nuestro pequeño ritual de año nuevo. El cual consiste en, sentarnos a beber cerveza y mirar las estrellas, que extrañamente estaban abarcando el cielo nocturno de Londres.

—Deberíamos ir a un sitio donde haga calor —dijo Rachel sentándose en el regazo de su novio—. Estamos aquí desde que tenemos memoria, podría ser divertido salir alguna vez.

—No es mala idea —la secundó Brox rodeándola con sus brazos, ganándose una sonrisa por parte de la castaña.

—¿Cómo qué lugar? —preguntó Jordan entrando en la conversación, el rubio no se había separado en ningún momento de mi lado y su mano estaba en la parte trasera de mi cuello, bajo mi melena castaña.

No escuché la respuesta de Rachel porque mi teléfono sonó, el nombre de papá se marcaba en la pantalla y un nudo se instaló en mi garganta sin que pudiera evitarlo.

—¿Está todo bien? —cuestionó en mi oído y asentí dándole media sonrisa.

—Iré a contestar —besé su mejilla y me levanté para ir en dirección de los árboles.

Con dedos temblorosos contesté la llamada y puse el aparato en mi oreja luego de soltar un suspiro.

—Hola, papá —saludé neutral.

—Hola, cielo —dijo, cerré los ojos al escuchar su voz titubeante—. ¿Cómo estás?

—Perfectamente, ¿y tú? —pregunté pasando mi mano libre por la tela de mis jeans.

—Bien... Estoy bien —suspiró—. Ha sido un día extraño el de hoy, ¿sabes? No he podido sacarte de mi cabeza y tampoco a tu mirada llena de tristeza —mis ojos se cierran ante sus palabras—. Y no te llamo para decirte que me siendo el peor padre del mundo, aunque así sea. Solo quería decirte que mi corazón solo tiene espacio para tu hermano y para ti, y que los amo, y son lo más importante para mí —mordí mi labio inferior para no sollozar—. Lamento todo el daño que te hice, mi niña. Lamento que llores por mí y también lamento ser el único culpable de que no quieras verme.

—Papá...

—No, cielo. No estás obligada a decirme nada ni a perdonarme, aunque sé que tú corazón es tan puro y bueno que, estoy seguro que, si te pidiera perdón, tú me lo darías —afirmó, luego escuché su risa—. Estoy tan agradecido con Dayana por haber hecho tan excelente trabajo criándote, eres la muestra viva de que los ángeles si existen y soy tan miserable por no saber aprovechar la oportunidad de tener a uno en mi vida —me tapé la boca con la mano callando mi llanto—. No, cariño. No llores, no quiero que te sientas triste, ni mucho menos que te sientas culpa de algo... Solo quiero que sepas que te amo, hija y lo haré siempre.

—Yo también te amo, papá —susurré, porque a pesar de todo, en el fondo lo amaba.

Era mi padre y antes de que sucediera todo aquello, yo lo amaba. Era mi héroe.

—Oh, cielo. Feliz año nuevo, mi niña hermosa.

—Feliz año nuevo, papá —murmuré secando las lágrimas del rostro.

Ninguno de los dos dijo nada más, con un simple adiós nos despedimos y yo me quedé pie ahí, abrazándome a mí misma. No sabía cómo interpretar esa llama, aquel día en su casa le había dicho que no me buscara más, y ahora estoy aquí, sin saber si fue una despedida rotunda o simplemente, un cierre de ciclos que estaban cargados de tensión.

Unos grandes brazos me rodearon desde atrás y me estrujaron con delicadeza y firmeza al mismo tiempo. El perfume de Jordan me golpeó con fuerza y sus labios llegaron a la parte trasera de mi oreja, en dónde dejó un beso que me hizo suspirar.

—¿Qué haces aquí, mi ángel? —preguntó estrechándome contra su pecho.

—Pensando —suspiré, dejé que la mayor parte de mi peso recayera sobre el suyo y él lo aceptó inmediatamente—. Papá acaba de llamarme y no sé cómo tomarme eso.

—¿Por qué? —escucho la duda en su voz.

—No lo sé, acabamos de tener la conversión que estuve esperando por años y ahora...

—Estas confundida —asiento sin saber que más decirle—. Todo va a mejorar, si quieres que formé parte de tu vida, está bien. Si aún no estás lista, tómate tu tiempo y deja que las cosas tomen su respectivo lugar —analicé sus palabras y sí, él tenía razón.

—Tienes razón —le dije, inhalé profundamente y me giré entre sus brazos para después rodear su cuello con los míos—. Gracias por estar aquí, conmigo.

—Siempre voy a estar contigo —prometió y sonreí, me puse de puntillas y lo besé unos segundos—. Ven.

Tiró de mi otra vez hacia donde estaba los chicos, Rachel tenía una enorme bolsa de Doritos en sus manos y prácticamente me lancé sobre ella. Ahí estuvimos como por media hora más, esperando que se hiciera más tarde. No paré de comer en ningún momento, estaba tan entretenida en los Doritos que me sobresalté cuando Rachel gritó un fuerte: «Feliz año nuevo».

Se puso frente a mí y me abrazo, me dijo que estaba demasiado feliz por haber encontrado una mejor amiga en mí y yo estuve a punto de llorar. Brox me dijo que estaba contento por tener una nueva jefa, a lo que yo reí sin poder contenerme. Sin poder evitarlo más, me puse de pie caminé hacia él amor de mi vida, estaba sentado frente a mí con los codos sobre las rodillas y su mirada atenta en mí.

Caminé con lentitud hasta quedar frente a él, sujeté sus manos y me senté sobre su regazo y dejé que sus brazos me rodearan en un gesto divertido. Enrollé mis manos en su nuca y bajé mis labios a los suyos, mientras que sus manos se metieron bajo mi blusa acariciando mi piel.

—Fue un año raro, pero tú eres lo mejor que me pasó en mucho tiempo —murmuró cuando apoyé mi frente sobre la suya—. No hay palabras para describir lo mucho que te amo y lo agradecido que estoy contigo —mi corazón estaba latiendo a mil por hora y mis sentimientos estaban a flor de piel—. Nunca he creído en el destino o algo así, pero sí sé que todo lo bueno tiene recompensa y tú eres mi premio por las pequeñas e insignificantes acciones que he hecho a lo largo de mi vida.

—Mi amor, ¿cuántas veces tengo que decirte que tienes el corazón más grande de este mundo? —sujeté su rostro entre mis manos, sonreí al verlo fruncir el ceño. No le gustaba que le dijera cosas lindas, pero a mí no me importa, yo amaba decirle cuanto lo amaba—. El que me ames de la manera en la que lo haces y el que quieras protegerme de todos y de todo, te hace la persona con el corazón más hermoso de este planeta —cerré los ojos un instante dejando que dos lágrimas barajan por mis mejillas—. Te amo, Jordan. Te amo desde que te vi, desde que me secuestraste aquella vez en mi trabajo —digo riendo al recordar cómo llegó ese día y prácticamente me ordenó que fuera con él—. Te amo desde que me dijiste que serías mi sombra, te amo desde que me prometiste no hacerme daño, te amo desde que quieres formar un hogar conmigo y creo que incluso te amo mucho más ahora que estamos aquí, pero ese sentimiento no se compara a cómo te amaré mañana. ¿Sabes por qué? —cuestioné acariciando sus labios con mis dedos—. Porque mañana te amaré mucho más.






¡Fin del maratón!

4/4

Y... *redoble de tambores* ¡FIN DE KA SEGUNDA PARTE!

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Una bestia bajo la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora