41. Recordando malos momentos.

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Había tenido una noche perros, no dormí nada en lo absoluto y tenía sueño, pero la opresión que tenía en el pecho y el nudo de espinas que se encontraba en mi garganta, eran más grandes que cualquier otra cosa en mi sistema

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Había tenido una noche perros, no dormí nada en lo absoluto y tenía sueño, pero la opresión que tenía en el pecho y el nudo de espinas que se encontraba en mi garganta, eran más grandes que cualquier otra cosa en mi sistema.

Jordan no había aparecido en la noche, tampoco había llegado temprano por la mañana y eso en cierta manera, me preocupaba. ¿Dónde estaba? ¿Estaría bien?

Me darían de alta en unos minutos y ya estaba completamente vestida, con unos leggins de gamuza negros y una camisa de mangas largas de color azul cielo, más mis siempre fieles Vans. Rachel se había encargado de buscar mi ropa en mi departamento y también había trenzado mi cabello hacia atrás. Connor estaba acostado junto a mí y lo agradecía, necesitaba a mi mejor amigo.

Mi ánimo estaba por el suelo y ciertamente, me sentía fatal, tenía unas inmensas ganas de llorar que apenas y podía controlar. Inhalé profundo varias veces, concentrándome en alejar la pesadez y el dolor en mi cuerpo.

—¿Quieres quedarte conmigo? —pregunta Connor acariciando mi brazo—. Sabes que no es problema.

—No quiero molestar, Conn —le sonrío y él hace una mueca triste.

—Entonces, te quedarás conmigo —salta Rachel con una enorme sonrisa, estaba a punto de negarme, pero ella me interrumpió—. Y no aceptaré un no por respuesta, y tampoco es una molestia. Por lo general James nunca está en casa y tenemos mucho espacio —me corta antes de que siquiera logré hablar.

Les había comentado a ellos la situación con Jordan, pero solo a Rachel le había dicho el nombre de aquella chica y me dijo que no podía hablar sobre eso. La entendí perfectamente, ella me quería, pero su amistad con Jordan era inquebrantable.

La puerta se abre con rapidez y observo al doctor entrar seguido de Joel.

—Buenos días —saluda con una sonrisa—. Bueno, Bailee. Ya puedes irte a casa, solo te recomiendo guardar mucho reposo y no esforzarte tanto. Nada de peso y de movimientos bruscos, te receté todos los analgésicos necesarios —asiento—. Si te duele mucho o siente constantes pulsadas, puedes ponerte algo de hielo. Creo que eso es todo, que te mejores.

—Gracias por todo, doctor —le sonrío y él me corresponde para luego salir de la habitación.

—Bueno, cuñadita... La gran casa te espera —dice Joel con una sonrisa y yo me apresuro a negar—. Bailee, no puedes volver a tu departamento.

—Lo sé, no iré ahí... Pero tampoco quiero ir a la gran casa —suspiro bajando la mirada—. Me quedaré con Rachel...

—Bailee...

—Joel, tu hermano necesita tiempo para aclarar su mente, ¿verdad? —asiente—. Bueno, pues yo necesito lo mismo.

Él sabía lo ocurrido anoche y no había puesto mala cara, al contrario, se portó muy comprensivo. Como todo un hermano mayor, cosa que Matt no pudo imitar.

Una bestia bajo la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora