56. Perdido en el dolor.

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Me encontraba en el limbo, mi cabeza estaba llena de imágenes distorsionadas y dolorosas que se repetían una y otra vez, sin parar

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Me encontraba en el limbo, mi cabeza estaba llena de imágenes distorsionadas y dolorosas que se repetían una y otra vez, sin parar. Mis ojos estaban fijos en la pared de cemento frente a mí, en las grietas que la componían, en cada manchón de humedad que la rodeaba.

Abrí mis ojos cuando logré recobrar en conocimiento, el auto estaba incrustado en un árbol, el olor a gasolina inundó mis fosas nasales. Parpadeé varias veces, solté un quejido estrangulado cuando me moví, miré hacia la izquierda y el rostro pálido de Clara fue lo que me alarmó.

—Clara —susurré, pero ella no respondió—. Clara, despierta.

Nada, luché contra el cinturón de seguridad y cuando conseguí sacármelo, tomé el rostro de Clara entre mis manos.

—Clara, despierta— pasé mis dedos por sus mejillas, y quité la sangre que caía por su nariz— ¡Clara, por favor! Abre los ojos, nena, por favor.

Mi respiración se vuelve errática, el recuerdo de la pelinegra muerta entre mis brazos me llena de rabia. Desde ese día perdí lo más importante para mí, en aquel entonces ella era todo lo bueno que tenía en mi vida, pero ya no. Su sonrisa me fue arrebatada, sus ojos grandes y verdes, sus comentarios sarcásticos que, de alguna u otra forma, me sacaban una sonrisa.

Me la quitaron.

Me quitaron un pedazo de mi vida.

—¡Jordan! —gritó Joel—. Deja de brincar, vas a terminar haciéndole un hueco a mi cama —rodé los ojos y seguí saltando—. ¡Pequeño gruñón malgeniado!

—¡No! —solté una carcajada, intenté bajarme de la cama para que no me alcanzara, pero fue inútil—. ¡No, Joel! ¡Le diré a mamá!

—Mamá no te salvará, niño —me lanzó a la cama y comenzó a hacerme cosquillas—. ¡Eres un pequeño loco!

—¡Basta! —no se detuvo—. ¡Joel!

—Está bien, está bien —dijo, me dejó en paz y me sentó a su lado—. Si no fueras mi hermanito favorito, no te dejaría en paz.

—Lo sé —Joel me rodeó con sus brazos—. Tú eres mi hermano mayor favorito.

Me atraganté con mi propia respiración, me crucé de brazos apoyando mi espalda en la pared. Cerré los ojos recordando cómo Joel fue el único que jamás me abandonó, el que siempre me apoyó y el que me enseñó todo lo que sé.

Me quitaron a mi hermano mayor favorito.

Me alejaron de mi punto de apoyo.

—James, ¿Puedes dejar de ser tan imbécil? —le pregunté al moreno.

—No lo sé, está chica me gusta, pero... ¿Y si yo no le gusto? —rodé los ojos— Hablo en serio, rubio.

—Yo también, solo ve y habla con ella —lo empujé y lo vi hablar con la castaña de ojos claros, sonreí mientras me alejaba y les daba privacidad.

Una bestia bajo la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora