23. Un desastre inminente.

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¿Debería decirle que lo sentía? ¿Debería decirle que su madre estaba en un lugar mejor? ¿Debería decirle que todo estaría bien?

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¿Debería decirle que lo sentía? ¿Debería decirle que su madre estaba en un lugar mejor? ¿Debería decirle que todo estaría bien?

No lo sabía, muchas personas a mi alrededor me decían que era más frío que un témpano de hielo y era cierto. Era un puto asco expresándome, no sabía cómo actuar con respecto a mis sentimientos, pero en estos momentos quería decir algo. Lo que fuera, con tal de ver su sonrisa de nuevo.

Maldita sea, amaba la sonrisa de Bailee y en este preciso instante, la extrañaba.

Su mirada estaba fija en sus manos, las cuales estaban en su regazo, entrelazadas entre sí. Alejé una de mis manos del volante y la llevé hacia las suyas. Apreté sus dedos entre los míos, intentando captar su atención, pero nada parecía funcionar.

Ayer por la tarde, luego de ver a mi tomate deshacerse en lágrimas y sollozos en el hospital, llamé a mi padre para que se encargara de todo lo referente al funeral de la mamá de Bailee. Pude cruzar palabras con el papá de la castaña, el cual me dijo que se encargaría de todo, pero me negué rotundamente. Sabía que su relación con Bailee era complicada y también presentía que, si él pagaba todo, ella se sentiría incómoda. Por el contrario, conmigo quizás se enfadaría, pero ya después me encargaría de lidiar con ella.

Estacioné el auto afuera del cementerio, observando por el retrovisor la Toyota de Joel, en dónde se encontraban mi padre y Rachel, quienes se ofrecieron a acompañar a Bailee en este momento tan difícil.

Giré mi rostro en su dirección y pude ver la solitaria lágrima que bajaba por su mejilla, así que elevé mi mano y la sequé con suavidad, lo que la hizo parpadear hacia mí. Sus ojos estaban pequeños y rojos, sus irises se veían cristalinos y más azules de lo normal. Me estaba mirando, pero la notaba ida y hasta cierto punto, desconcertada. Su mano se elevó por vida propia y abrió la puerta de su lado, apresurándose a salir del auto, a lo que yo, hice lo mismo.

A paso lento se acercó a mi e inconscientemente entrelazó nuestros dedos, pude ver de reojo como Joel, mi padre y Rachel bajaban de la camioneta y se encaminaban hacia nosotros.

Hacemos nuestro camino dentro del cementerio en completo silencio, nadie dice nada y en cierto modo lo agradezco, Bailee no tenía un ánimo tan elevado como para entablar una conversación. Cuando llegamos al sector en dónde se llevaría a cabo el funeral, me percaté de que había más personas en el lugar correspondiente.

Estaba su padre y una mujer que no lograba reconocer, pero me percaté de la mirada hostil que le obsequió a Bailee y supongo que la castaña no se dio cuenta o simplemente la ignoró. También estaba Connor junto con Elton y el doctor Miles se encontraba cerca de ellos.

Connor fue el primero en acercarse a nosotros y rodear a Bailee en un abrazo, el cual ella correspondió inmediatamente, pero sin soltar mi mano. El moreno le susurró algo al oído, a lo que ella asintió rápidamente y se alejó un poco de él.

Una bestia bajo la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora