9. Una noche de trabajo.

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Bajé las escaleras, encontrándome con Joel al pie de la sala, este me observó de una forma extraña que no pude descifrar en el momento, por lo que fruncí el entrecejo y ladeé la cabeza

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Bajé las escaleras, encontrándome con Joel al pie de la sala, este me observó de una forma extraña que no pude descifrar en el momento, por lo que fruncí el entrecejo y ladeé la cabeza.

—¿Qué? —pregunté, se encogió de hombros.

—Nada —ríe, dejándome aún más confundido—. Papá quiere hablar contigo, está en el estudio.

Asentí y me encaminé hacia esa parte de la casa, abrí la puerta encontrándome con mi padre concentrado en los papeles sobre su escritorio, su mirada se levantó y se encontró conmigo.

—Hijo, hace tiempo que no te veía por aquí —sonrío rodando lo ojos, me siento frente a él.

—No exageres —bufo—. ¿Para qué me buscabas?

—Hoy te toca supervisar el lote, ¿cierto? —asentí—. Quiero que solo pases un paquete está noche, ¿está bien? Tengo que arreglar todo el papeleo con el aeropuerto para que dejen pasar el cargamento de este mes —explicó.

—¿De cuando estamos hablando? —arqueo una ceja, él revisa rápidamente los papeles.

—Veinte ADS y diez Chiappa Rhino. Trescientos kilos de cocaína —asiento.

—¿Quién llevará ese trabajo? —pregunto.

—Jonathan, Joel se encargará de los demás lotes —quiero rechistar, pero me muerdo la lengua—. Confío en ti, Jordan. En serio lo hago —dice llamando mi atención—, pero con esta gente no se juega y tú pierdes los cabales rápidamente —suspiro y bajo la mirada—. No quiero tenerte otra en una cama, hijo. No otra vez.

—Sabes que no me gustan los jueguitos de palabras —sentencio—. Todos estos malditos comienzan con ellos, me gusta lo justo y si ellos dicen algo que no me agrada, simplemente disparo.

—Eso es lo que menos necesito ahora, no puedes ir matando gente, así como así y lo sabes —no respondo, solo me dedico a mirar el retrato en dónde aparecemos mis hermanos y yo que está sobre su escritorio—. Bailee tampoco necesita eso — mis ojos lo buscan de golpe, una risa lo invadió—. Sé que te gusta, hijo. No tengo que hacer adivino.

—Ella no tiene nada que ver con esto —aprieto los dientes.

—No te pongas a la defensiva conmigo, D'Arco —me señala con fingida molestia—. Ya es momento de que tomes un descanso, es hora de que busques a alguien para que te ayude a alejarte un poco de esto, que te despeje —dice, veo la sinceridad característica que lo posee en estos momentos—. Hace mucho no te veía de este modo, tan concentrado en algo —comenta—. Sé que es por ella. Solo tienes que protegerla...

—No dejaré que nadie la toque —sentencio, él asiente sonriendo.

—Pero todos sabrán que está contigo —lo escucho atentamente—. No la escondas, de lo contrario, todos irán por ella. Tienes que aprender a marcar tu terreno, si lo que sientes por ella es serio y tienes la certeza de que va a durar, si te comprometes a dar la vida y luchar por Bailee, tienes que mostrarles a todos tus enemigos que es tuya y que, si se meten en territorio ajeno, todo acabará mal.

Una bestia bajo la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora