Parpadeo varias veces acostumbrándome a la poca luz que entra por la ventana, estiré mi brazo libre tomando mi teléfono que estaba en la mesita de luz, eran las casi las doce del mediodía. No le di importancia, así que dejé el aparato nuevamente en su lugar. Enfoqué el rostro de Bailee que estaba a escasos centímetros del mío, su cabeza estaba apoyada en mi hombro inclinada ligeramente hacia atrás.
Estaba totalmente dormida, supuse que tenía mucho sueño, pues nos dormimos cerca de las cuatro de la madrugada. Por un rato estuve contemplando su rostro, viendo lo delicadas que eran sus facciones, su nariz era respingada, tenía una generosa cantidad de pestañas, las cuales también eran bastante largas. Había una pequeña capa de rubor en sus mejillas a causa del frio, pero mi vista decayó en sus gruesos labios, rosados y entreabiertos, las ganas de besarla me invadieron otra vez.
¿Desde cuándo los besos de una mujer me encendían cuál incendio forestal? La respuesta era sencilla. «Desde que ella se cruzó en mi camino». Desde que la vi por primera vez en aquel callejón, quise lanzarme sobre ella y consumir su boca.
Bailee era la única que había logrado despertar en mi interior sentimientos que creí muertos, lo que era realmente extraño, pues solo nos conocemos desde hace un par de meses. Me acomodé a modo que estábamos frente a frente, deslicé mi mano por su espalda haciendo que se removiera. Acaricié su mejilla cuando su ceño se frunció, sonreí al verla parpadear y abrir los ojos dejándome ver el azul potente que los poseía.
Una sonrisa apareció en sus labios cuando sus ojos me enfocaron, su mano se posa en mi brazo, se acercó más a mí y yo solo apreté mi agarre sobre su cintura.
—Buenos días —murmuré.
—Buenos días, Jordan —respondió y volvió a cerrar los ojos.
—¿Estás muy cansada? —negó, luego me regaló otra sonrisa más—. ¿Estás bien?
—Sí, estoy muy bien —frotó uno de sus ojos con el dorso de su mano—. ¿Qué hora es?
—Casi las doce —se tensa un instante, pero luego suelta un suspiro.
—Connor va a matarme —dice—. De todos modos, tengo turno doble más tarde.
Mordió su labio inferior, sus dedos se pasearon por el tatuaje sobre mi costado.
—¿Qué ave es? —cuestiona.
—Es un cuervo —asiente, sus ojos me observan.
—¿Qué significa? —sonrío al ver que su curiosidad es más grande que ella misma.
—Muerte —frunce el ceño y rueda los ojos—. Eso significa.
—Eres insufrible —dice abriendo mucho los ojos, al punto de parecer infantil—. Puede tener otro significado, ¿sabes?
—¿Cómo cuál?
—Claramente, es un ave —inicia—. Las aves vuelan, volar es libertad, de una manera u otra, independiente de que los cuervos sean categorizados por simbolizar la muerte, puede significar libertad.
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Una bestia bajo la tormenta
Roman d'amourCada uno de mis muros se vinieron abajo cuando te vi, no pude aplacar mis sentimientos y todo mi mundo se puso de cabeza. Amarte fue como volar y salir de órbita. Pertenecerte fue como arrodillarse sobre lava caliente. Formar parte de tu vida fue co...