22. En el ojo del huracán.

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Desde que tenía ocho años, solo hemos sido mamá y yo

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Desde que tenía ocho años, solo hemos sido mamá y yo.

Mamá para las fechas importantes.

Mamá para los días malos.

Mamá era quien le ponía luz a mi existencia.

Nunca necesitamos a nadie más, ella siempre fue esa mujer luchadora e incansable que nunca dejó de trabajar para que así, pudiéramos vivir dignamente. Cuando llegamos a Inglaterra, fue igual. Trabajó por mi hasta que yo cumplí los quince, hasta que pude darme cuenta como se quedaba sin respiración cada vez que se sobrepasaba de trabajo.

Las cosas se pusieron difíciles y yo fui quien inició a luchar por nosotras, porque se lo debía, así como ella había hecho hasta lo imposible por sacarme adelante. Había llegado el momento de que le devolviera el esfuerzo.

Hasta el sol de hoy he trabajado duro por pagar su estadía en esta clínica, porque quiero que ella tenga lo mejor. Ella nunca se rindió por mí, yo nunca me rendiré por ella.

Y entonces, él estaba aquí, parado frente a mí, mirándome como si fuera una extraña. Cuando claramente, el único extraño, era él.

—Bailee —pronunció mi nombre en un susurro, a lo que yo me puse de pie y Jordan no dudó en colocarse junto a mí. Los ojos de Ben fueron a mi novio detrás de mí, un poco sorprendido y supuse que lo había reconocido.

—Papá —saludé entrelazando mis manos delante de mí, sentí las manos de Jordan en mi cintura desde atrás—. Papá... él es Jordan, mi novio —el rubio se puso a mi lado y rodeó mis hombros con su brazo, en un gesto protector—. Jordan, él es Ben... mi padre.

—Un gusto —habló mi novio educadamente, lo que me dijo que estaba respetando la situación.

—El gusto es mío —respondió papá algo incómodo—. Hija, ¿podemos hablar un segundo?

—Adelante, di lo que tengas que decir —dije con la mandíbula apretada, indicándole que no iba a hablar a solas con él.

—Por favor —pidió, yo me tensé aún más. Pero luego sentí la boca de Jordan en mi oído, cerré los ojos inevitablemente.

—Relájate— apretó mi hombro— Estaré afuera, no voy a dejarte sola, ¿Bien?

—Jordan...

—Estaré afuera, tomate —informó—. No me moveré de aquí, solo habla con él, ¿okey? —suspiré y asentí con rapidez—. Bien, llamaré a Joel —dijo separándose un poco de mí, me sonrió un poco y presionó un beso rápido sobre mis labios, para después alejarse y dejarme con mi padre en medio de la sala de espera.

—Es un D'Arco —murmuró, metiendo sus manos en los bolsillos de su chaqueta de tela gris—. Sabes quién es, ¿cierto? —asiento, sin darle demasiada importancia al tema—. ¿Por qué te veo tan tranquila con respecto a eso?

Una bestia bajo la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora