Sentía la mirada de Mariana sobre mí, y esa sensación de no encajar me invadió rápidamente, los dedos de Jordan me dieron un leve apretón en la mano, llamando mi atención. Giré mi rostro hacia él y le di una sonrisa tensa, que me costó horrores mostrarle.
Por otra parte, estaba papá y su brillante idea de llamar a Matt para que viniera a cenar. No es que no me gustara el hecho de que mi hermano mayor, a quien no veo desde hace más de un año, esté aquí. Pero me molesta el que papá lo haya llamado como escudo por la simple razón de ser policía.
—Entonces, Bailee —mi hermano estaba al otro lado de la mesa junto a su hijo—. ¿Estás trabajando?
—Sí —asentí y carraspeé un poco para aclarar mi garganta—, en una cafetería.
—Que bien —sonreí un poco.
—¿Y Tess? —le pregunté buscando alejar la incomodidad de mi sistema.
—Tuvo turno doble en el hospital —informó—. Por cierto, Mariana... Tess dice que siente no haber venido.
—Tranquilo, cielo —dice la pelinegra con toda la dulzura que consigue reunir, aquella con la que nunca me habló—, pueden venir cuando quieran, de eso no hay problema —sonrío—. Sabemos lo que conlleva un trabajo de verdad —eso último lo dijo observándome de reojo, a lo que yo sentí una patada en el estómago.
Bajé la mirada unos segundos, recordando aquel día, hace más de diez años... la última vez que dormí bajo el mismo techo que mi padre, la última noche en la que quise que se quedara conmigo. La última navidad que quise pasar con él.
Era navidad, las luces estaban guindando del árbol y era hermoso. Me gustaba la navidad, pero no podíamos tener un árbol en nuestro departamento, a mamá no le alcanzaba para comprar uno.
Observé mis zapatillas de piso color amarillo, junto con mi vestido. Mamá me había comprado esta ropa hace dos días, ella me dijo que podía escoger lo que yo quisiera.
Mamá dijo que tenía que quedarme con papá a pasar noche buena, porque ella tenía turno doble en el bar donde trabaja, yo quería ir con ella, pero dijo que era mejor que me quedara aquí.
—¡¿No Habíamos dejado claro este asunto?! —la estruendosa y chillona voz de Mariana hace eco por todo el lugar.
—Sí, lo sé. Pero Erika no podía quedarse con ella... —esa era la voz de papá, se escuchaba desde la cocina, por lo que me puse de pie de un salto y caminé hacia ese lugar—. No podía decirle que no...
—¿Por qué? —preguntó la pelinegra—. Suficiente tienes con mantener a dos hijos, Ben... ¡Dos! —exclamó—. La madre de Matt por lo menos se encarga más de su hijo que la zorra de Erika... —fruncí el entrecejo.
ESTÁS LEYENDO
Una bestia bajo la tormenta
RomanceCada uno de mis muros se vinieron abajo cuando te vi, no pude aplacar mis sentimientos y todo mi mundo se puso de cabeza. Amarte fue como volar y salir de órbita. Pertenecerte fue como arrodillarse sobre lava caliente. Formar parte de tu vida fue co...