45. Celos y borracheras.

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Rachel estaba acostada sobre la cama de Jordan con una sonrisa boba en sus labios, sus ojos estaban fijos en su teléfono y supuse que esa mirada de enamorada se debía a cierto moreno de ojos marrones

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Rachel estaba acostada sobre la cama de Jordan con una sonrisa boba en sus labios, sus ojos estaban fijos en su teléfono y supuse que esa mirada de enamorada se debía a cierto moreno de ojos marrones.

—¿Y esa carita? —le pregunté sobresaltándola, sus ojos se posaron sobre los míos y se sonrojó—. Ay, Brox. ¿Qué le hiciste a la loca desenfrenada de Rachel Morgan?

—¡Bailee! —exclamó tapándose la cara con las manos, reí sin poder evitarlo y continúe con mi tarea de ponerme una camisa de botones de color azul—. Es que... Teddy es tan... Salvaje.

—¡Rachel! —exclamé ahora yo con las mejillas rojas, ella sonrió—. ¿Por qué dices eso?

—Porque es así, ese hombre me vuelve loca en todos los sentidos y... ¡Ah! Me encanta —suspiró soñadora y yo reí negando divertida.

—¿Ya le dijiste a James sobre Brox? —pregunté y ella negó un poco avergonzada—. Rachel, es tu hermano y creo que no te gustaría tener problemas con él... Además, James te ama mucho y sé que, si se lo explicas bien, él lo entenderá.

—Lo sé, solo... Me da nervios —se abraza a sí misma—. No sé cómo reaccionará de pronto, pero intentaré hablar con él —asentí y le sonreí—. Ahora, dejemos de tanto hablar y vámonos —se levantó de un salto y tomo mi mano para luego tirar de mí.

—¡Espera, espera! —grité y tomé mi chaqueta de jeans para después dejar que ella me guiara fuera la habitación.

Cuando estuvimos afuera, Rachel le pidió amablemente a Owen que nos llevará al lote. Este estaba un poco reacio al principio, pero luego ambas le hicimos ojitos de perrito abandonado y aceptó con resignación. También le obligamos a poner música y lo único que escuchamos fue a Rihanna y a Ariana Grande cantar por todo el camino.

—Niñas, ya llegamos —dijo el gorila llamado Owen y se estacionó fuera del lote.

—Gracias, Owen —le dije y le sonreí a través del retrovisor.

—¡Eres el mejor, te amo! —le gritó Rachel con alegría y bajó de la camioneta, la imité y enlacé su brazo con el mío—. Está noche vamos a mover el bote.

—¿En serio? —dije con diversión y ella asintió.

—Sí, cariño. Lo vamos a mover así —comenzó a mover sus caderas en círculos, impulsando su trasero hacia atrás—. ¡Vamos a beber!

—Estás loca —reí con fuerza cuando me llevó a la barra, en dónde Fer estaba sirviendo tragos.

El peliverde ya no era peliverde, ahora tenía el cabello blanco y se veía tierno con ese color.

—¡Fer de mi corazón! —dijo Rachel con dramatismo—. Dos chupitos de tequila y dos cervezas.

—En seguida —me guiñó un ojo y se puso a hacer su trabajo, segundos después tenía un pequeño vaso delante de mí.

Una bestia bajo la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora