5. Propuestas inesperadas.

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Benjamín aparca la camioneta en la acera justo en frente de la discoteca

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Benjamín aparca la camioneta en la acera justo en frente de la discoteca.

—¿Ya saben qué hacer? —cuestiona Jonathan desde el asiento del copiloto, me limito a asentir, sin querer entablar una conversación extensa. Cómo sabía que sería, pero Joel rompió el silencio.

—Solo entramos, llevamos la mercancía y nos vamos —responde, acomodo mi arma en mi cintura en mi espalda—. Quiero que tengas la mente abierta, ¿Bien? —no lo miro, pero sé que se está dirigiendo a mí—, Debemos primero entregar el cargamento, esperar a que nos den el dinero y llevarlo a casa. Después si quieres matarlo es tu problema, ¿Entendiste?

—Lo que sea —espeto, cuando abro la puerta, la mano de Joel se pone en mi hombro.

—Mantén la calma, ¿está bien? —asiento, suspira—. No mueran.

—Trataré —dice Jonathan a modo de burla. Ruedo los ojos y salgo del auto para dirigirme hacia la entrada de la discoteca.

El vigilante se interpone en mi camino, arqueo una ceja en su dirección y solo basta esa mirada para se aparte y me deje entrar. La música está a todo volumen, el lugar está a reventar y el olor a cocaína se expande por el lugar ocasionado que frunza el ceño.

—Deben estar al fondo —dice Joel, solo asiento y nos encaminamos al interior.

Varias miradas están sobre nosotros, es normal. La mayoría de las personas de aquí saben quiénes somos y lo que no, se están enterando justo ahora. Este lugar es un antro de mala muerte, son poca las personas que solo buscan diversión sana.

A medida que caminamos puedo divisar a los desgraciados de los Forets, mis puños se cierran y se abren intentando contener a la bestia que habita en mi interior dormida, no quiero que esto se agrande más de lo que está.

—No hagas un escándalo de esto —Jonathan pone su mano en mi hombro—. Fred está aquí.

Me detengo bruscamente a mitad de mi camino y toda mi sangre empieza a hervir dentro de mis venas.

—¿Qué hace ese hijo de puta aquí? —cuestioné con los dientes apretados—. No se suponía que íbamos a tratar solo con su padre. ¿Eh?

—Y así es —sentencia—. Él sabía que vendrías —dice Joel—. Esto será una masacre si no te controlas...

—Voy a matarlo y él lo sabe —siseo, Jonathan se pasa las manos por el cabello, claramente frustrado—. Se lo dije, maldición. ¿No lo recuerdas? Si lo veo, lo mato.

Siento la ira crecer en mi interior, las ganas de partirle la cara a ese imbécil y estrellarle el cráneo contra el pavimento, una y otra vez, sin parar.

—Voy a matarlo, Joel —siento mi respiración entrecortarse, todos los recuerdos llegaron a mi mente de un solo golpe, cegándome completamente. Cerré los ojos apretando los puños a mis costados—. Voy a matarlo.

Una bestia bajo la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora