6. Medidas desesperadas.

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Son alrededor de las dos de la mañana, Bailee no dejado de caminar desde que llegamos a la playa

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Son alrededor de las dos de la mañana, Bailee no dejado de caminar desde que llegamos a la playa.

—Es raro que no esté lloviendo —murmura, su vista está fija en el cielo, una sonrisa aparece en sus labios y mi corazón enloquece. Se gira un poco y me observa—. ¿Por qué me trajiste aquí de nuevo?

—No lo sé —me sincero, últimamente estoy siendo muy sincero, cosa que me sorprende bastante—. Pensé que te gustaría.

Y también necesitaba calmarme.

—Lo hace —asiente, muerde su labio inferior, luciendo aún más apetecible de lo que ya es. Camina hacia donde estoy apoyado en el capot del auto—. Sabes que... no me creí eso que dijo tu hermano, ¿verdad?

—Sí, eso sí lo sé —es obvio que lo sabía, ella se daba cuenta de todo y mis hermanos, bueno, ellos no sabían disimular muy bien—. Lo supuse —suspiro, no digo nada más.

Ella entiende el mensaje y se sitúa junto a mí, cruzándose de brazos. Cierra los ojos e inhala profundamente, el viento juega con sus mechones castaños, vuelve abrir los ojos, esta vez mirándome fijamente, como si conociera todos mis secretos.

Como si conociera mi oscuro y violento pasado.

No vayas por ahí, Jordan. Alejé todos esos pensamientos de mi mente.

—Sé quién eres —dice—. Sé quién es tu familia y también sé lo que hacen —no deja de mirarme, sus ojos cristalinos son como el mar—. Pero eso no te hace buena ni mala persona, solo tu forma de pensar y de ver el mundo —se encoge de hombros—. Mi mamá dice que tú pasado no te hace menos, sino más bien lo que haces en el futuro. No te juzgo, ¿sabes? —sus ojos buscan los míos, me sonríe—. Yo también he hecho cosas malas.

—Dudo mucho que tú percepción de cosas malas sea igual que la mía —frunce el ceño—. No eres esa clase de persona...

—Eso no lo sabes —su intento de reproche es demasiado tierno, sonrío. Rueda los ojos y se cruza de brazos—. ¿Qué clase de persona soy, entonces?

¿Cómo podía comenzar a describirla? Ni siquiera la conozco y ya me tiene cautivado.

Eres un ángel —se sonroja con rapidez y siento como mi mundo se sacude, sus labios entreabiertos y rojos. Es mi maldita fantasía hecha persona—. Un ángel que, por alguna extraña razón, el destino cruzó en mi camino.

—¿Qué clase de persona eres tú? —susurra.

Eso no es tan difícil de explicar, pero el hecho de saber que puedo asustarla, me asusta.

—No quieres saberlo —niego dando un paso hacia ella, su nariz se arruga.

—No puedes decidir por mí —sonrío cuando achina los ojos—. Sí quiero saberlo.

Una bestia bajo la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora