EPÍLOGO | PARTE I

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Un año después

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Un año después.



Dejé el pequeño pastel sobre la mesita de noche, alejé el cabello de mi rostro y me senté en la orilla de la cama. Pasé las yemas de mis dedos por los tatuajes de su espalda, me incliné un poco y dejé un beso en aquel tatuaje tan significativo para él.

—Despierta —un beso en el centro de su espalda—. Amor —un beso en su hombro—. Despierta, dormilón —lo sentí removerse, sonreí sobre su piel y besé su cuello—. Vamos, despierta.

Despierta, papi —dijo esa dulce voz a mi lado, miré a mi pequeño Eliam sentado en el espacio libre que estaba en la gran cama.

Mi bebé había nacido una tarde de julio, ese día fue un total caos, pero eso no lo hace menos especial.

Jordan rodeó mi cuerpo desde atrás con sus fuertes brazos, enterró su cara en mi cuello y aspiró mi aroma. Cómo siempre.

—Cada día estás más hermosa —murmuró, rodé los ojos y seguí mezclando la salsa de tomate para la pizza.

—Cada día estoy más gorda —repliqué, sentí su sonrisa sobre mi piel y sin poder evitarlo me sonrojé.

—Estás más roja que la salsa —dijo, me giró entre sus brazos y sujetó mi barbilla, besó mis labios lentamente y gemí sobre sus labios—. Te amo, mi ángel.

—Y yo te amo a ti —dejé la cuchara sobre la encimera y rodeé su cuello con mis brazos. Mi abultado vientre de nueve meses se interponía entre nosotros, pero a ninguno de los dos parecía importarle. Sus manos apretaron mi trasero y me empujó contra él—. Te extraño.

—Y yo a ti —suspiró, desde que entré a mi último trimestre de embarazo, no habíamos tenido sexo por indicaciones del doctor y eso... Bueno, me tenía estresada—. Cuando esté niño nazca, te llevaré a la cama y no te dejaré ir jamás —prometió con tanta intensidad que reí, acarició mi vientre y mi bebé comenzó a moverse—. Está despierto.

—Sí, desde muy temprano —coloqué mis manos sobre las de Jordan—. Creo que está inquieto... —sentí la humedad bajar por mis piernas, abrí mucho los ojos y busqué los de Jordan.

—¿Qué? —frunció el ceño, miré hacia abajo y un charco de algo viscoso rodeaba mis pies.

—Creo que rompí fuente —dije.

Luego de eso, todo se volvió un caos.

—¡Despierta, papi, despierta! —la voz de mi pequeño me sacó de mis pensamientos, Jordan seguía boca abajo sobre la cama, pero ahora se removía.

—Ya estoy despierto —murmuró adormilado y sonríe, se dio la vuelta y abrió los ojos—. Buenos días.

—Buenos días —tomé su mano y lo hice sentarse, tomé el pastel con la velita encendida y lo puse frente a él—. Feliz cumpleaños, cielo.

Una bestia bajo la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora