7. ¿Otra vez nosotros?

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Dos semanas después

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Dos semanas después.

Habían pasado dos semanas desde que él me había besado, desde que le vi matar a otra persona, desde que me dejó frente a mi casa con el corazón en la boca y con más sentimientos encontrados que cualquier otra cosa.

«Eres un ángel y no mereces esto».

¿A qué se refería con eso? ¿Acaso no volvería a verlo jamás?

Sus palabras se repetían en mi mente como disco de vinilo en mal estado, era todo lo que abarcaba mis pensamientos. No sabía porque exactamente se había marchado, no le recriminé nada en lo absoluto, es más, se lo había dejado claro, no lo juzgaba.

Cosa que se hacía algo extraño de mi parte, cuando sabía perfectamente que tanto él como su familia estaban involucrados en negocios turbios. Pero algo en sus ojos azules me llamaba, como si detrás de su extraña seriedad y postura tensa hubiera algo más.

Algo más que solo oscuridad.

Jordan me gustaba, lo cual era estúpido, pues acabo de conocerlo y aparte, solo salí con él dos veces. No sé casi nada de él, independiente de los rumores y las noticias. Pero no podía negarlo, no cuando sentí un flechazo el primer instante en que lo vi. ¿Era demasiado estúpido? ¿Acaso estaba mal?

En fin, los días pasaron de lo más aburrido posible, mi único entretenimiento era visitar a mamá en mis tiempos libres, leer algún libro y hablar con Connor, una que otra vez con Elton. Pero todo era igual, después de pasar un día agotador, Jordan venía a mi mente otra vez. Era difícil dejar de pensar en él, en sus ojos azules, es sus labios sobre los míos, su respiración mezclarse con la mía, su aroma a menta.

Iba a volverme loca si no dejaba de pensar en esas cosas, y me parecía imposible dejar de hacerlo.

—Bailee —la voz de Connor me sobresaltó, rodé los ojos cuando escuché su risa—. Estás bastante dormida hoy, ¿qué tienes?

—Nada, solo estoy cansada —suspiré, él hizo un puchero tierno.

—¿Quieres que te cubra?

—No, está bien —le sonreí—. Solo falta una hora para que cerremos.

—¿Estás segura? —asentí—. Está noche te llevaré a casa —abrí la boca lista para negarme, pero me interrumpió—. Sin peros, llevas cuatro horas de pie y no dejaré que te vayas sola a casa.

—Okey —le di media sonrisa.

Y así fue, Connor me llevó a casa, hablamos por todo el camino y agradecí internamente por tener un amigo tan parlanchín, de bonitos sentimientos y tan carismático como él.

Cuando llegamos a los bloques, me despedí de Connor y salí del auto para después caminar hacia mi edificio, a la medida que iba subiendo las escaleras, unos gritos provenientes del pasillo llamaron mi atención.

Una bestia bajo la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora