46. Mente Abierta.

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Maratón 2/4.

Al día siguiente desperté con una pesadez inmensa en los ojos, los abrí lentamente hasta por fin contemplar lo que estaba a mi alrededor, alcé la mirada y me percaté de que pepe no estaba a mi lado y lo primero que pensé fue que probablemente se estaría dando una ducha, error, la regadera no se escuchaba, fruncí el ceño ¿me dejó sola?, me incorporé en la cama entre bostezos y me estiré, rasqué mi cabeza y miré hacia el lado de mi novio, estaba solo y sin tender, solté un suspiro. Me miré, estaba desnuda, mis mejillas cobraron un tono rojizo al recordar el hecho de que estuviera así.

Tuve otra noche especial con él.

-Buenos días, chula. -escuché decirme justo entrando a la habitación y lo primero que hice fue cubrirme muy bien del cuerpo haciendo que éste soltase una sonora carcajada-. No entiendo por qué te cubres.

-Buenos días y... me da un poco de pena ¿sabes?

- ¿Por qué? Sí ayer te vi sin ropa como tú a mí, otra vez. -sonrió.

-Lo sé pepe pero se siente raro ¿entiendes?

-Si mi amor pero estamos en confianza, tranquila.

-B-Bueno...

-En el ropero está un conjunto de ropa que te traje, así que date una ducha, te vistes y recoges tus cosas porque terminando de almorzar nos vamos.

- ¿Ropa? -fruncí el ceño.

-Desperté digamos que temprano y bueno se me vino la maravillosa idea de ir hacer unas compras mañaneras, hasta fui a casa a cambiarme. -se encogió de hombros-. Te traje el almuerzo.

-Wow. Qué... que lindo amor.

-No hay de qué, te espero en la cocina para el almuerzo ¿va?

-De acuerdo.

Sin más preámbulos, salió del cuarto dejándome de nuevo sola, me puse de pie con la sábana enredada a mi cuerpo, me dirige al ropero y saqué el conjunto de ropa que me había llevado, enseguida me metí al baño. Abrí el grifo esperando a que saliera el agua tibia en lo que yo me miraba en el espejo, me miré con sumo detenimiento y noté como en mi cuello había varios chupetones y no eran de esos que pasaban desapercibidos, al contrario ¡se veían demasiado!, de nuevo mis mejillas recobraron su color rojizo y solté una risilla, vaya noche la de anoche.

El agua artificial tomó el control de mi cuerpo, relajándolo por completo y haciendo de mi mente un magnífico trabajo. Mientras hacía ligeros masajes a mi cabello gracias al shampoo, a mi mente sólo venía la escena de la noche anterior, por lo visto será algo que no voy a olvidar fácilmente. Me hiso sentir especial, única e inigualable, me hiso sentir la persona más feliz del mundo. Tan sólo recordar cómo sus manos recorrieron mi cuerpo, me erizaba la piel que incluso me estremecía al igual que recordar como gemía mi nombre.

Jesucristo bendito.

Me deshice de esos pensamientos en cuestión de segundos. Tallé mi cuerpo para después dejar que el agua deshiciera todo el jabón que me cubría. Era relajante estar duchándote a... ¿mediodía? ¿Una o dos de la tarde? Ni idea pero lo era. Terminé mi ducha y enseguida empecé a arreglarme, daba gracias a Dios que la ropa cubría perfectamente los chupetones junto a mi largo cabello; observé una pequeña bolsa que estaba en el lavabo y decidí abrirla, en ella había dos cepillos de dientes y una pasta, tomé uno que seguía en su paquete, lo abrí y enseguida los cepillé hasta tener el aliento fresco. Tomé la sábana y la dejé en un cesto de ropa sucia que estaba en la habitación, creo en los cajones del tocador había otras limpias para poder tender la cama.

Tomé mis aretes y me los puse, lo demás lo guardé en la bolsa al igual que mi anterior ropa. Ordené la habitación hasta dejarla impecable y salí del cuarto para dirigirme a la cocina y desayunar o más bien almorzar con pepe.

Cien inviernos. [2da. Temporada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora