Capítulo 37

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El sonido de todas las personas agolpándose a la afueras de la comisaría llegaba fácilmente esta los oídos pese a que estaba dentro del edificio. Reconocía que las esposas no eran nada agradables, pero mi maravilloso abogado no había tardado mucho en aparecer para poner en serios apuros a la policía por haberme esposado sin fundamento alguno, tan solo por una ocasión creada por Strauss a quien había asegurado que había ido demasiado lejos.

Eric escuchó todo lo que tenían que decir sobre el caso, sin embargo, conocía lo suficientemente las leyes como para entender que sí tenían derecho a interrogarme durante un tiempo, no obstante, él se había tomado todas las licencias para estar delante. La parte buena de tener un abogado como aquel es que podía llegar a salvar el trasero de cualquiera.

Una vez fueron entrando uno tras uno de los que estarían presentes en mi interrogatorio, había dejado que las preguntas se produjesen de la forma que quisiesen y las había respondido. Todas y cada una, hasta el punto de ser señalado como verdadero culpable, sin problemas. Sin embargo, pese a todo, tenía un as bajo la manga.

El calabozo, Eric disgustado pese a todo, Terrence escondido para evitar que nadie supiese nada de su existencia y Carl completamente desaparecido. No quería que ellos tuviesen que pagar mi propia vendetta contra mi familia. Los Maicron caerían, uno a uno.

El juicio, el linchamiento de la prensa, todo fue bastante rápido. Era un secreto dicho a voces, al fin y al cabo, pero dudaba que pudiesen encontrar verdaderas pruebas si yo no las hubiese puesto antes sus narices y mucho menos, sin tener mi confesión con todos los detalles que les faltaban sobre las prácticas que había tenido acabo durante muchos años de mi vida. Algunos delitos podían haber preescrito ya, pero otros seguían vigentes y tendría que pagar por ellos con una condena que fuese correspondiente, estaba seguro.

Me vi con los huesos entre rejas, vestido con ese horrible mono que me obligaban a llevar, demasiado pronto. No me gustaban los colores, tampoco mis compañeros de celda, no me gustaba tener que esperar y solamente recibir noticias del exterior a cuentagotas. Todo parecía perdido para mí, para Wolfgang Maicron, la única oveja negra oficial del clan de esa familia francesa tan estirada que había barrido siempre bajo las alfombras.

La dinámica en una cárcel no era algo que fuese como irse a Disneylandia, pero debía acostumbrarme a tener buen talante y a hacer lo que me decían. Ese era el truco, si conseguía tener buen comportamiento puede que bajasen esa pena, que consiguiese los permisos de salida cada vez más rápido. Eso era lo único que me tenía con la fortaleza suficiente. Eso y que para mí el código rojo aún no había terminado. Aún había mucho que descubrir.

Por eso, un día mientras estaba en el momento de descanso, durante el cual nos dejaban ver las noticias o alguna película que pusiesen en el canal de la televisión en ese momento, volví a escuchar mi apellido, pero la historia no tenía que ver absolutamente nada conmigo.

— Los últimos informes que ha recibido la policía de un denunciante anónimo, demuestran que la famosa familia Maicron tenía bastante más vida a la sombra que el conocido Wolfgang. Desfalcos, maquillajes de cuentas para poder mantenerse al alza en todas las bolsas del mundo por lo que no perdiese nunca poder adquisitivo, engaños, negocios turbios con mafias, aprovechamiento de las estafas realizadas por Wolfgang Maicron para el blanqueamiento de dinero sacado de transacciones ilícitas... Todo esto será expuesto en un programa especial que tendremos en nuestro canal a las nueve de la noche. Sin embargo, la noticia que más ha dejado impactados a todos han sido los correos electrónicos en los que Roger Maicron, el hijo primogénito y actual cabeza de la empresa Maicron y que hasta hace muy poco estuvo en nuestro país, en los que habla claramente con un interlocutor, por ahora desconocido, de cómo él mismo había llegado a acabar con la vida de su padre para poder heredar el patrimonio antes de la validación del último testamento que su padre había dictado tan solo un par de días antes y no había llegado a firmar aún la revisión. En ese mismo testamento, el progenitor le quitaba la posibilidad de ser dueño de la empresa a su primogénito, Rogers, por determinados asuntos personales familiares, dejando todo en manos de Wolfgang, el conocido estafador de arte... —mientras la mujer seguía informando de las noticias, podía ver cómo de vez en cuando podía ver mi rostro en pantalla, escenas de Strauss detrás del jefe de su departamento, apoyando la investigación aunque con gesto de fastidio.

No era de extrañar cuando una de las acusaciones que había habido en mi juicio había sido el asesinato de mi propio secretario que había terminado apareciendo muerto de miedo y desorientado en algún lugar del país, junto al de su propio compañero. No había pruebas de lo segundo y aunque me habían metido en la cárcel no había sido el tiempo que ella hubiese deseado.

Terrence y Carl había cumplido la segunda parte del plan. Desvelar toda esa información no iba a ser fácil y mucho menos que la encontrasen jurídicamente viable. No se podía señalar a uno y decirle que había hecho algo malo si no había prueba alguna de por medio. Si todos los juicios fuesen así, el mundo terminaría vengándose y usando ese tipo de justicia sin control. Agradecía que no fuese así, pero también lamentaba que fuese tan lenta.

Una sonrisa se extendió por mis labios antes de levantarme de mi asiento esperando poder realizar alguna que otra actividad propuesta y así mantenerme distraído. Había oído que había un nuevo taller de pintura y puede que tuviese mucho que enseñar a todos los aprendices porque era una tontería que yo me negase a seguir mostrando que era verdaderamente el estafador de arte del que hablaban en las noticias. Ya estaba juzgado y sentenciado por ello, ¿por qué no mostrárselo al mundo? 

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