Capítulo 38

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Querido Wolf.

¿Cómo estás? Sé que no has querido que nos veamos estas semanas, entiendo tus motivos y guardo todas tus cartas, pero no podía esperar para decirte algo. Espero que no te suponga ningún problema y aunque estoy nerviosa porque no podré ver tu reacción no quiero cometer errores del pasado.

¡Estoy embarazada! Ni tan siquiera entiendo cómo ha ocurrido tan fácilmente, supongo que la clave estuvo en lo poco que nos cuidamos ambos para que eso no pasase. Sin embargo, no sé qué hacer, sé que quiero tenerlo y sé que quiero que tú estés a nuestro lado, pero quiero saber también tu opinión.

Escríbeme cuando puedas. Te mando una copia de la ecografía.

Con amor,

Laila.

Justo en ese momento se abrió la celda mostrándome a la figura curvilínea de Strauss con su clásica coleta pelirroja tirante, que permitía verle todas las facciones del rostro. Tenía impresión de enfado. Era concienzuda y esperaba que la imagen de mi cuerpo en ese horrible mono y tras los barrotes fuese lo único que necesitaba para volver a ser feliz.

— Dime como lo has hecho, Maicron —dijo antes de sentarse en una silla que unos segundos antes habían puesto delante para que pudiese sentarse.

— Como he hecho, ¿qué? —pregunté enarcando una ceja porque debía reconocer que la carta que acababa de leer me había provocado un alejamiento de la realidad en la que estaba viviendo.

— ¿Cómo has conseguido todos esos papeles? ¿Cómo has logrado que toda tu familia haya terminado sufriendo? Sé que fuiste tú el que mató a mi compañero, sin embargo, de nuevo, has conseguido ser el bueno de la historia. Todos esos documentos prueban que no tienes nada que hacer y el abogado que tienes ha conseguido echar para atrás tu propia confesión porque gracias a esos papeles no se sostiene. Sabes pintar, sí, pero la extorsión, la manipulación... ¿cómo has logrado que parezcan tan reales? ¿Cómo has conseguido que todo el mundo se lo crea? —apoyó sus codos en su muslos antes de cruzar las manos entrelazando sus dedos realizando casi un puente de una pierna a otra.

— Yo no he hecho nada. Poco puedo hacer estando aquí, ¿no crees? —me encogí de hombros intentando demostrar una inocencia que, en cierto modo, no era del todo falsa.

— ¿Sabes, Maicron? Desde el primer momento supe que no eras un capullo como los demás. Eras un capullo de nivel superior y te has terminado coronando como el mayor capullo de la historia. Ni asesinos en serie, ni nada por el estilo, eres peor que un grano en el culo.

Bajó su mirada antes de soltar una pequeña carcajada. Me quitó la carta de las manos como si tuviese todo el derecho del mundo, pero como me daba igual que lo supiese, tampoco le dije que se estaba extralimitando en sus funciones.

— ¿Sabes qué es lo que ha pasado? Que Laila... de tonta no tiene un pelo. Es ella quien ha logrado todo esto. Quien ha logrado que uno de los peces gordos en este condenado día se haya sentido lo suficientemente conmovido por toda la historia como para lograr tu indulto. Eres libre, Maicron. Tú eres libre. Tu hermano... bueno, aún tiene unos cuantos asuntos que resolver con la justicia francesa como el propio asesinato de tu padre —frunció su ceño antes de darme nuevamente la carta—. Hay una frase que creo que casa a la perfección entre tú y yo. Unos nacen con estrella —me señaló—, y otros nacen estrellados —se señaló a sí misma—. Espero que esta sea la última vez que te vea, Maicron, porque siempre estaré deseando meterte en la cárcel de nuevo. Conseguiré todas las pruebas posibles para que nadie pueda negar que tú eres el cabecilla de todo lo que ha pasado y pasará.

— Sin embargo, puede que no haya hecho nada de lo que me acusa, Strauss. Puede que esté confundida y realmente me merezca ese indulto.

— No hay ni un solo criminal que se lo merezca, tan solo los que son acusados injustamente y por suerte, no son la mayoría. En muy pocas ocasiones mandamos a un inocente a la cárcel hoy en día y ambos sabemos, Maicron, que no eres inocente, solamente tienes muchísima suerte —frunció su ceño antes de caminar hacia la puerta abierta creada a base de barrotes con el espacio lo suficientemente estrecho como para que fuese más que imposible escapar colándose entre ellos—. Procura mantenerte en el lado de la ley, Wolfgang, si no lo haces te atraparé.

— Espero tener la suerte de no volver a verla nunca, Strauss.

Ambos nos dedicamos una sonrisa casi de diversión mientras ella se iba negando con la cabeza. Sabía que la tendría pisándome los talones toda la vida y puede que en algún momento encontrase las pruebas suficientes para meterme a mí entre rejas, una vez más. Por ahora, Laila había hecho algo que yo no le había pedido. Había conseguido el indulto y es que también era consciente de todo lo que había tenido que trabajar para crear una historia que lograse reblandecer el corazón de quien tuviese que escucharla. El poder que ella tenía con la palabra no era algo que se debiese menospreciar. Quien manejase el idioma con la fluidez y de la forma que ella lo hacía, podía lograr mucho más en tan solo una conversación que quien solo intimidase. A la larga, la intimidación con un arma o de la clase que fuese dejaba de surtir el verdadero efecto, sí, se tenía miedo, pero con la palabra uno podía lograr que otro creyese que había hecho lo que quería hacer, convenciéndole de algo, del discurso que se le estaba contando.

Además, la noticia de que iba a ser padre... Tenía miedo, miedo porque no había sido posible que conociese a Lorraine, pero también miedo porque si volvíamos a estar juntos, si todo iba como siempre había querido que fuese ahora tendría que cuidar de tres personas a mi cargo y la inevitable sensación de ahogo se había hecho parte de mí. 

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