El precio a pagar

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Por lo general, el Área 51 se mantenía en silencio, dentro de lo que cabía era un lugar tranquilo y lleno de militares.

Por la tarde, a la hora del almuerzo, dejaban que todos los prisioneros que estaban en las bartolinas salieran a comer a la cafetería del lugar, por supuesto con vigilancia para que no se escapara ninguno.

La mayoría de prisioneros comían felices de la vida, ya que la comida del lugar no era precisamente mala, pero uno ni siquiera había tocado su plato.

- ¿qué te pasa cielito? - Simón miró a Ulises.

- Simón - le dijo por enésima vez - ¿cuándo va a venir lo que te pedí?

- si hablas de cuando me pediste que sea un simple amigo con intenciones heterosexuales y que no me fije en tu sexy trasero, eso no vendrá nunca - se relamió los labios.

- hablo... - cerró los ojos - de... las... cartas...

- ¡ah! - sonrió - eso... no te preocupes, no se tardarán mucho más... además uno de los guardias me avisó que tengo visita hoy, puede que las traigan.

- ¿qué tipo de gente te visitaría a ti? - entrecerró los ojos.

- pues amantes mi cielo, ¿quién más? - rodó los ojos divertido.

- al parecer sí que tienes pegue - dijo divertido también.

- la verdad es un arma de doble filo - miró a otro lado - creo que nunca en la vida he tenido amistades con las que no haya alguna intención de acostarme, por lo que la mayoría de esa gente es pasajera y ya... ¿tú tienes amigos?

- no muchos, pero sí - se alzó de hombros.

- tú eres mi único amigo - lo abrazó como si nada.

- tú también eres mi amigo - hizo que lo soltara.

- pero come cielito - señaló su plato - te vas a desnutrir...

- no tengo hambre - lo apartó - lo que tengo es ganas de salir de aquí, y si tus amigos no traen las cartas que les pedí, eso será francamente imposible.

- vaya vaya - sonrió divertido - ¿con que tratas de escapar? ojalá lo logres, y me lleves contigo - hizo una carita suplicante.

- lo pensaré, pero para que eso pase debes dejar de coquetear conmigo... - se alejó un poco.

- ¿de qué hablas? - empezó a reír - desde hace mucho que no coqueteo contigo, solo es mi personalidad natural.

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Mientras tanto, en la habitación donde estaban Dai y Sam:

- ¿sabes algo? - este la miró a los ojos perdidamente - me encantaría presentarte a mis hijos algún día.

- ¿tus hijos? - empezó a reír - por si no lo recuerdas están perdidos, y tú estás preso, ¿qué te garantiza que eso vaya a suceder?

- tienes razón... - suspiró pesadamente.

- aunque bueno, la esperanza es lo último que se pierde y debo darte crédito por eso... yo hace mucho que la perdí, es bueno que aún la tengas.

- oye... - caminaba impaciente de un lado a otro - ¿nunca has salido de esta habitación?

- no que yo recuerde - se puso a pensar - pero no te preocupes, poco a poco te acostumbras, ¿por qué la pregunta?

- estaba acostumbrado a ir de un lado a otro viajando por el mundo hasta que vine aquí, creo que ha sido el error más grande que he hecho en la vida...

12 ángeles, 1 amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora