Donde las cosas empezaron || The Umbrella Academy

9.

Año 2019

Los Hermanos Hargreeves tenían vidas distintas después de formar parte de La Academia Umbrella. No se habían visto en años, no hasta ahora. Reginal Hargreeves había muerto y cuando sus hijos se enteraron, vaya que les sorprendió, pero pareció que a ninguno le afecto su muerte. Todos estaban indecisos si ir o no, sobre todo si verían a sus hermanos, con los cuales no tenían comunicación y tenían sin duda sus momentos de quererse matar entre todos.

Habían cambiado y crecido, lo cuál los hacia sentirte como extraños que nunca vivieron juntos en La Academia. Los cinco hermanos que aun seguían vivos, estaban en la sala, sentados a cierta distancia y con cara de incomodidad.

—Empecemos con esto —habló por fin Luther levantándose del sillón—. Se me ocurrió hacer un especie de funeral en el patio, al atardecer —todos lo miraron—. Decir unas palabras en el sitio favorito de papá.

—¿Papá tenía un sitio favorito? —preguntó Allison con una ligera sorpresa.

—Sí, claro —respondió Luther—. Bajo el roble —todos lo volvieron a mirar—. Nos solíamos sentar ahí siempre. ¿Ustedes no?

—¿Habrá servicio de comida? —pregunto Klaus acercándose con un vaso de licor en una mano y en la otra un cigarro—. ¿Té? ¿Galletas? —miró a sus hermanos—. Los sándwiches de pepino nunca fallan —dijo mientras iba al sillón donde estaba Vanya.

—No —dijo Luther—. Y apaga eso. Papá no dejaba fumar aquí.

—¿Esa es mi falda? —le preguntó Allison al notar que la llevaba puesta.

—¿Qué? —Klaus la miro—. Ah, sí, esta. La encontré en tu cuarto. Es anticuada, lo sé —camino en medio de la sala para que lo vieran—. Pero me mantiene fresco... Ahí abajo.

—Escúchenme —volvió a hablar Luther—. Quedan cosas importantes que hay que resolver.

—¿Como qué? —habló por fin Diego.

—La forma en que murió.

—Y aquí vamos —dijo Diego.

—No entiendo —dijo Vanya mientras Klaus se sentaba a su lado—. Dijeron que fue un infarto.

—Sí, según el forense.

—¿No es el experto?

—En teoría.

—¿En teoría? —dijo Allison.

—Solamente digo, como mínimo algo paso —dijo Luther mirandola—. La ultima vez que hable con papá, se oía raro.

—Oh —dijo Klaus mientras hacia gargajos con su bebida—. ¡Quello surprise!

—¿Raro, como? —preguntó Allison.

—Se oía intranquilo. Me dijo que no podía confiar en cualquiera.

—Luther —dijo Diego mientras se levantaba de su asiento—. Era un vieja paranoico y amargado. Que estaba perdiendo la poca razón que le quedaba.

—No —dijo mientras Diego se acercaba a él—. Debió saber que algo iba a pasar. Oye —miró a Klaus—. Se que no te gusta hacerlo, pero tienes que hablar con papá.

Klaus abrió la boca y se señalo.

—No puedo llamar a papá al más allá y decirle: Oye, ¿quieres dejar de jugar tenis con Hitler por un momento y atenderme? —sus hermanos lo miraban.

—¿Desde cuando? ¿Es lo tuyo?

—Mi estado mental, no es el adecuado.

—¿Estas drogado? —dijo Allison.