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—Mi nombre es Samuel de Luque, tengo 18 años, me he mudado recientemente a un vecindario muy aburrido junto a mi familia por el trabajo de mi padre

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—Mi nombre es Samuel de Luque, tengo 18 años, me he mudado recientemente a un vecindario muy aburrido junto a mi familia por el trabajo de mi padre... y eso — me sentía como aquellos animales que se encontraban en los zoológicos que solía visitar de niño en mi antigua ciudad, estaba siendo expuesto tal y como si fuera el animal más sorprendente o el payaso más ridículo del circo. Creo que muchos se sentirían de esa forma al ser el chico nuevo de la clase. — mido 1.90, aunque mi hermana siempre dice que creceré más.

Y los comentarios sobre mi estatura fueron dichos con total libertad entre los alumnos —ignorándome por completo a mí y a nuestro profesor— que me sentí realmente un ser invisible.

—¡Silencio! ¡Alumnos, silencio! —gritó aquel hombre, que, para mí, era muy bajito.

El silencio se expandió por el salón cuando la regla de 50cm del profesor impactó violentamente contra la fina madera de la mesa.

—Pase a sentarse, señor de Luque. —miré a mi nuevo profesor de Química y asentí tomando mi mochila entre mis manos y buscando algún sitio libre.

—Aja.

—¡Aquí! —dijo un chico de tez clara y de cabellos negros con un peinado parecido al de Jimmy Neutron.

Mi vista, sin embargo, se había detenido en el chico que además de tener un asiento vacío a su lado, también contaba con un tamaño muy peculiar ante mis ojos.

—¡Hey! ¡Ven aquí, Samuel! —el chico seguía insistiendo. Que pesado, y por querer hacer amigos, decidí caminar hasta él y sentarme en la silla libre que estaba a su lado.

—Bienvenido... —susurró él, mirando de reojo al profesor que ya había comenzado con su clase hace minutos atrás, la cual también se había visto interrumpida por mi llegada.

—Soy Raúl Álvarez, pero dime Auron. —dijo y cuando pensaba decirle que prestará atención, él volvió a hablar. — ¿Quieres unirte al equipo de básquet? Somos muy buenos, pero en nuestra mayoría nadie sobrepasa el 1.82m.

Trataba de poner atención a la clase, pero él seguía y seguía hablando de lo bueno que era su equipo y de que me necesitaban a mí para las finales de temporada.

𝐏𝐄𝐐𝐔𝐄Ñ𝐎 ; Rubegetta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora