𝟭𝟱

4K 497 117
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

— No creo que fuese lo correcto, mucho menos, seguro, cubrirme los ojos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

— No creo que fuese lo correcto, mucho menos, seguro, cubrirme los ojos. —mis manos estaban extendidas, tratando de tocar alguna superficie que me diera una pista de donde nos encontrábamos, pero nada. Solo el aire que corría por entre mis dedos y congelaba, hasta cierto punto, mis manos era la única pista que podía tener.

Escuché la risa de Rubén y sus brazos se abrazaron a mi cintura con más fuerza, comenzando a guiarme, según él, desde atrás.

— Es divertido ver cómo tratas de sostenerte. —fue su única respuesta—además era necesario para la sorpresa que te tengo. —escuché otra risita más y de pronto sus manos apretaron mis costillas, causándome cosquillas y haciéndome reír por igual.

Ambos parecíamos unos niños, no solo por la situación, sino también por las risas, los momentos que pasamos, nuestro comportamiento e incluso por la forma en la cual ahora nos encontrábamos abrazados y caminando.

— Osito... O-Osito... —mi voz no dejaba de salir entre cortada, pues la risa no me dejaba hablar con fluidez— ¡Y-ya, ¡b-basta! —traté de sonar firme, pero lo único que salía de mis labios era risa y más risa.

Sin embargo, Rubén se detuvo y en esta ocasión tomó mi mano, entrelazando de inmediato nuestros dedos.

— Esto no es divertido. —dije al final de todo, pues seguía sin ver y el sonido de los autos que pasaban por nuestro lado era muy fuerte, incluso podía jurar que estábamos en una autopista, sin embargo, no creía que Rubén fuera a arriesgar nuestras vidas de esa forma.

— Claro que lo es, además ya estamos a punto de llegar.

Hice un puchero ante su respuesta y lo único que me quedó fue callar y ser guiado por Rubén, quién ahora iba delante mío.

No sé cuánto tiempo pasó, tampoco por dónde caminamos, pero en definitiva cuando nos detuvimos y me obligó a sentarme en lo que yo creía era una banca, supe que habíamos llegado.

Sus manos desataron la tela que cubría mis ojos y entonces miré algo borroso todo el lugar, sin llegar a reconocerlo por completo, ni siquiera por casualidad.

𝐏𝐄𝐐𝐔𝐄Ñ𝐎 ; Rubegetta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora