𝟮𝟵

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El agarre de Rubén se hace más fuerte y aunque quiero decirle que me está doliendo demasiado, siento que esto es lo que necesita

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El agarre de Rubén se hace más fuerte y aunque quiero decirle que me está doliendo demasiado, siento que esto es lo que necesita. Él está demasiado nervioso y un simple, pero muy fuerte agarre de manos no cambiará la cosa, pero sí ayudará mucho.

Estamos en su habitación, él muerde las uñas de su mano libre, mientras que mi mano está siendo fuertemente aprisionada por la suya.

— Cariño... —lo llamo, sabiendo que él está más concentrado en la laptop que tiene frente a él, que en mí—. Bebé... —sigo insistiendo. Él me mira de reojo, pero sin prestarle la atención necesaria—. Rubén —digo un poco más fuerte—. Un momento, Samuel. —y entonces no creo esperar un momento más. Con una nula delicadeza, alejo mi mano de la suya y entonces él deja de morder mi mano y ahora se ve preocupado por mi mano—. Rayos, lo siento, mi amor. —los apodos cariñosos comenzaron desde la primera vez que yo decidí llamarlo de una forma cariñosa. Deja de lado su laptop y toma mi mano, acariciando esta—. Enserio, perdón, es que estoy algo nervioso por todo eso de las respuestas y pues...

Ni siquiera pido más explicaciones, mis labios se pegan a los suyos y espero darle algo de confianza mediante este contacto, sin embargo, cuando busco profundizar el beso, él se aleja y grita.

— ¡Ya salieron! —grita, alzando sus brazos en el aire y dejándome acostado en la cama. — ¡Salieron los resultados! —dice con suma emoción. Solo sonrió y me reincorporo.

—¿Entraste, bebé? —espero una respuesta suya, mientras él observa con atención la laptop, pero él no hace nada más que estar en su propio mundo—. ¿Osito entraste? —vuelvo a preguntar. Él sigue sin mirarme, incluso su expresión es una de tristeza y ya me estoy preocupando—. Cariño, esa universidad no te merecía, aún podemos buscar otras opciones y pue...

— No, no quiero. —dice en un tono algo desanimado, cerrando de inmediato la laptop.

— Pero...

— No quiero porque no es necesario. —y entonces la confusión me invade— ¡Entré, Samuel! ¡Entré! —gritas mientras algunas lágrimas se deslizan por sus mejillas. Sonrió y abrazo a mi novio. Yo sabía que lo lograría, pero si no hubiera sido así, definitivamente no me sentiría decepcionado, porque Rubén es alguien sumamente inteligente.

𝐏𝐄𝐐𝐔𝐄Ñ𝐎 ; Rubegetta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora