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Sonreí sin pensarlo dos veces cuando vi salir a Rubén, pero nuevamente este no se encontraba solo

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Sonreí sin pensarlo dos veces cuando vi salir a Rubén, pero nuevamente este no se encontraba solo. Ese idiota lo acompañaba, pero en esta ocasión, estaba cargándolo.

Me tuve que controlar para no ir a golpearlo y quitarle la bonita sonrisa que tenía pegada al rostro, mientras que esperaba a que Rubén me reconociera y viniera por mí. Esperé pacientemente, pero él no me vio y cuando pensaba irse junto a ese imbécil, tuve que correr detrás y sorprenderlo.

Rubén sonrió y de inmediato me dijo que saldría con unos amigos a una cafetería para terminar algunas asignaturas y que podíamos vernos en unos días. Nuevamente tuve que controlarme para no golpear al amigo de mi novio, quien sonreía más que feliz.

—Muy bien. —digo con mucho rencor. Había pasado un mes desde que Rubén había ido a mi casa. Prácticamente se la pasaba entre libros, asignaturas, clases extras o yo qué sé y aunque muchos dirán que soy egoísta, pues no. No lo soy. Rubén y yo siempre habíamos tenido tiempo para nosotros y aunque sea otro tipo de ambiente, esperaba que sea lo mismo que en secundaria.

Termino dando una media vuelta y caminando hacia la parada de autobuses más cercana. Rubén no me detiene y aunque odie admitirlo, estaba esperando a que me siguiera o me dijera que nos podríamos ver más tarde y no en un par de días.

Llegué a casa con un enojo muy notable, ni siquiera hablé con Rubén por teléfono. Solo me dediqué a todas las asignaciones y a coordinar con una compañera sobre sus escritos.

Literalmente saque a Rubén de mi vida en este día y no me importó hacerlo al día siguiente o al día que siguiera de este. Solo me encontraba herido y creo que la mejor forma de calmarme era tener mi espacio, pero cuando llegó el tercer día, Rubén se apareció en mi casa, entró con una alegría inigualable, una alegría que se esfumó al verme sujetando la cintura de mi pareja, la del dúo. Quise explicarle todo, pero no me lo permitió e incluso me dijo que cuando tuviera ganas de tener sexo, no lo busque a él.

También me enojé y terminamos distanciándonos por más de una semana. No podía creer que pensara que solo lo quería para sexo o que lo estaba engañando. Cristina no era más que una amiga, que por cierto tenía novia y aunque le expliqué aquello después de una semana y media él no contestó y tampoco me dirigió la palabra cuando por casualidad me lo encontré en un Starbucks cercano a mi universidad.

No esperé que Rubén se comportara de esa manera tras una discusión en nuestra relación, aunque también ocurrió en la secundaria, pero era muy distinto, pues en ese tiempo no éramos pareja, en cambio, ahora sí lo éramos y estaba esperando que él pudiera cambiar en ese aspecto.

No estuve con un buen humor en la siguiente semana y tampoco pensaba estarlo el día de mi cumpleaños, pero cuando Rubén se apareció en mi puerta por la tarde y con un regalo en mano, me hizo cambiar todo y perdonarlo de inmediato. Yo lo amaba y lo amo y él sentía lo mismo.

Nuestra relación siguió y aunque quise demostrar mis celos, preferí quedarme callado y ver hasta dónde avanzaba ese imbécil de Mangel.

Nuestra relación siguió y aunque quise demostrar mis celos, preferí quedarme callado y ver hasta dónde avanzaba ese imbécil de Mangel

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Los días siguieron, pero en esta ocasión, Rubén y yo hacíamos hasta lo imposible para vernos o hablarnos por teléfono. El pequeño retrato que me había regalado por mi cumpleaños estaba al lado de mi cama y siempre estaría ahí, cada vez que lo miraba me acordaba de la relación que mantenía con la persona más bella de este mundo y a la que no dejaría por nada, ni siquiera por una discusión.

Cuando los parciales llegaron, tanto Rubén como yo decidimos dejar de lado nuestra relación y fingir que no existíamos para el otro, pues lo mejor era estudiar y estudiar sin descanso alguno.

Estuve lleno de asignaciones y exámenes y más ensayos. Sin embargo, todo el esfuerzo y cada amanecida valió la pena cuando las primeras notas se publicaron y pude ver mi primer promedio. Estaba demasiado feliz y aunque pensé que Rubén estaría de la misma forma, al llegar a su universidad, lo vi llorando entre los brazos de ese tal Mangel. Me acerqué tan pronto como pude y cuando alejé a la fuerza a ese chico, Rubén me contó que tuvo una baja nota que iba a afectar su promedio final, pero que no lo haría reprobar.

—Cariño, las notas no lo son todo, también está la experiencia y los aprendizajes que vas adquiriendo. —traté de hacerlo feliz durante todo el trayecto a su casa, pero estuvo triste y aunque habíamos decidido tener una tarde de películas después de los parciales, él se negó al final y terminó estudiando todas sus materias.

Esa tarde definitivamente iba a ser la más aburrida, la peor de todas, pero cuando se levantó de su escritorio y caminó en mi dirección, enseñándome el preservativo y manteniendo una sonrisa llena de lujuria, supe que no iba a ser tan aburrido como lo pensé y que tampoco podía quejarme.                                                                              

                                                                              

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𝐏𝐄𝐐𝐔𝐄Ñ𝐎 ; Rubegetta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora