𝗢𝟵

4.8K 577 260
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mi cuerpo era guiado, casi obligado a seguir a la persona que halaba de mi mano para así nos perdernos entre tantas personas que se encontraban en la misma situación que nosotros al tratar de no perder de vista a sus hijos o incluso hermanos menores

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Mi cuerpo era guiado, casi obligado a seguir a la persona que halaba de mi mano para así nos perdernos entre tantas personas que se encontraban en la misma situación que nosotros al tratar de no perder de vista a sus hijos o incluso hermanos menores.

—¡Ya casi llegamos! —el grito de Rubén se hizo escuchar por encima de las risas y demás gritos de las personas que nos rodeaban, mientras que su mano se aferró con más fuerza a mis dedos, halando con más fuerza. Solo dejándome llevar por él, sin saber exactamente a qué juego nos subiríamos en esta oportunidad.

Esta era otra de nuestras salidas de amigos. Rubén había insistido tanto en venir juntos al parque de diversiones, al principio me negué, pues no era muy fanático de subir a juegos y mucho menos si estos eran mecánicos, pues estos tenían una alta probabilidad de sufrir alguna falla y colocar en peligro mi vida. Sin embargo, Rubén estuvo insistiendo toda la semana después de haber ido junto al museo, inclusive se sentó a mi lado en los almuerzos para convencerme y tal vez su táctica sí ayudó mucho, pues el viernes por la tarde le dije la hora en la cual pasaría por él. Y así es como ahora nos encontrábamos de camino hacia la rueda de la fortuna, el juego más leve al cual habíamos subido después de los otros monstruos mecánicos a los cuales me obligué a subir sin rechistar y gritar a pesar del miedo que sentía.

—Gracias... —la voz de Rubén volvió a sacarme de mis ensoñaciones y creo que fue demasiado tarde para hacerle cambiar de opinión, pues él seguía jalando de mi mano, hasta que nos adentramos a esas cabinas pequeñas, al menos para mí.

Tuve que agacharme un poco para entrar y sentarme lo más rápido posible para no golpear mi cabeza con el techo del lugar.

— ¿No es fantástico? —gritó Rubén, alzando sus brazos y aun así sin poder alcanzar el techo de la cabina.

— Sí, m-muy fantástico... —susurré, viendo un lugar seguro de dónde sujetarme. Siempre era bueno prevenir, antes que lamentar alguna pérdida.

— ¿Te estás divirtiendo? —volvió a preguntar, a lo que tuve que asentir con una sonrisa muy fingida, a decir verdad— entonces deja de aferrarte al asiento. —y de pronto me di cuenta que mis manos realmente estaban agarrando con fuerza el asiento en el cual me encontraba. Rubén comenzó a reír y se acercó un poco, chocando sus rodillas con las mías y tomando mis manos cuando las alcanzó—¿En Barcelona no había parque de diversiones?

𝐏𝐄𝐐𝐔𝐄Ñ𝐎 ; Rubegetta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora