𝟯𝟬

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No quería ser rudo, pero mientras más saltaba, más ganas tenía de alzar mis caderas y escucharlo gritar

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No quería ser rudo, pero mientras más saltaba, más ganas tenía de alzar mis caderas y escucharlo gritar. Rubén no se detenía, no lo hizo cuando se subió encima de mi regazo y tampoco cuando le pedí amablemente que se bajara. Él no se detuvo y estas son las consecuencias.

Apoya su mentón en mi hombro y ahí mismo comienza a gemir tan fuerte, solo para que yo lo escuche. Sonrió por inercia, pero termino gruñendo y dejando huella en su piel con mis dientes.

—S-Samu —susurra con el apelativo cariñoso que mi madre utiliza muchas veces para llamarme.

Maldigo en voz baja y cuando abro los ojos, me encuentro frente a mi computadora y con una película porno reproduciéndose con el volumen más bajo.

— Hijo, Rubén ha venido a verte. —mamá sigue insistiendo y la erección que tengo entre mis manos es realmente dolorosa, al igual que el tiempo que he dejado de verme con Rubén por temas de estudios.

— D-dile que suba. —apenas susurro, metiendo mi erección dentro de mi ropa interior y yendo lo más rápido posible al baño. Necesitaba una ducha muy fría.

No escucho lo siguiente que dice mi madre, pues abro la llave de agua y la erección baja, al igual que el dolor. Me calmo y relajo por un momento. Las clases en la universidad tampoco han sido fáciles, aunque para ser sinceros, nada es fácil en esta vida. Tienes que conseguir todo a base de esfuerzos y eso es lo que estamos haciendo mi osito y yo al estar estudiando.

—¡Samuel! —grita Rubén desde mi habitación. Rápidamente abro mis ojos y salgo del mar de pensamientos en el que me había sumergido. Lo escucho cada vez más cerca, hasta que abre la puerta del cuarto de baño y se introduce.

— ¿Mi madre sabe que estás aquí? —escucho un sonido muy parecido a una afirmación y entonces ruedo los ojos—. ¿Sabe que estoy desnudo y que probablemente puedes quitarte la ropa y entrar a ducharte conmigo?

— Claro que lo sabe, pero confía en que su hijo es un santo y no un asqueroso que mira porno. —la risita que sale de los labios de mi pequeño novio me hace rodar los ojos nuevamente.

— No me digas que no lo apagué.

— No lo apagaste, Samu.

Apoyo mi cabeza en las baldosas y me siento tan avergonzado, pero cuando menos lo pienso, la puerta de vidrio de la ducha está siendo abierta bruscamente y la sonrisa lujuriosa de mi osito me hace saber que él me ha extrañado tanto como yo lo he hecho.

Nuevamente se encuentra con esas zapatillas de plataforma y cuando se acerca, prácticamente me alcanza... Está bien, no me alcanza del todo, pero amaba la gran diferencia de tamaño y él lo está arruinando o, mejor dicho, esas zapatillas las están arruinando.

Sus brazos rodean mi cuello, importándole muy poco que el agua también lo termine mojando a él, y un casto beso es dejado en mis labios.

— Te extrañé, bebé. —dice con mucho cariño y a pesar de que el bebé es él, me dejó consentir.

— Ve a mi habitación, mi amor. —le sigo el juego meloso, sonriendo al final para luego ser yo el que deja un beso encima de sus labios—. Tengo que cambiarme. —Él asiente y se aleja.

— Por cierto, bonito pene. —dice antes de salir. Abro los ojos en par y me quedó en shock.

— ¡Rubén! —grito al final. Él ríe y solo pone de excusa las clases de biología que está recibiendo en la universidad y la que lo obligó a ver todo tipo de penes, vaginas, entre otras partes del cuerpo humano.

— La tuya es mi favorita, incluso por encima de la mía. —dice cuando ya me encuentro con un short corto y con una camiseta delgada de tirantes —. ¿Estás ejercitando los brazos? — pregunta luego de que deja de revisar mi maleta, la que por cierto llevo a la universidad.

— No. —contesto sin interés alguno.

Rubén se apega más, prácticamente se aferra a uno de mis brazos y lo acaricia con mucha delicadeza, casi como si estuviera admirándolo. Me siento algo utilizado, pero al instante pasa, pues mis labios aparecieron por arte de magia encima de los suyos y la computadora está muy lejos de mi alcance.

No sé cuánto tiempo estamos de esa manera y tampoco me importa, pues él bien puede quedarse en mi casa y mañana regresar a la suya. Sin embargo, Rubén se separa y comienza a dejar besos cortos, mientras que habla algo sobre ir a un grupo de estudio.

Me quedo como estúpido cuando él me dice que tiene que retirarse, que tiene prácticas y que lo mejor es estudiar en grupo, junto al par de amiguitos que ha conseguido.

—Ten cuidado. —es lo último que digo antes de verlo tomar su mochila y salir corriendo de mi habitación. Ni siquiera me dio tiempo de disfrutarlo bien.

A los pocos minutos regreso a mi arduo trabajo y olvidó la incomodidad que siento al pensar que entre ese grupito de estudio se encuentra Mangel, un idiota que no ha dejado de molestar a Rubén y ¿Cómo lo sé? Pues una vez lo fui a esperar afuera de la universidad y ese idiota lo estaba abrazando sin problema alguno.

Juro que no inicié una pelea en ese momento por Rubén, porque no quería causarle problemas en un nuevo ambiente y mucho menos, alejarlo de sus "amigos".

Juro que no inicié una pelea en ese momento por Rubén, porque no quería causarle problemas en un nuevo ambiente y mucho menos, alejarlo de sus "amigos"

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𝐏𝐄𝐐𝐔𝐄Ñ𝐎 ; Rubegetta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora