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— ¡No te rías! —reclamé en vano, pues mi hermana seguía riendo

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— ¡No te rías! —reclamé en vano, pues mi hermana seguía riendo. Sus manos se situaban en su vientre plano y sus dientes, ya casi perfectos, se dejaban relucir en una sonrisa que más que otra cosa, lograba hacer el ruido necesario para llamar la atención de mis padres. — No estoy bromeando, Irina. Esto es serio. —susurré lo último y esperé que ella se calmara, para recién volver a hablar— Tengo que estar ahí mañana.

Irina pareció tomarlo con seriedad en esta ocasión y frunció su ceño, como todas las veces que lo hacía al pensar en alguna idea.

— ¿Entonces sí eres el novio de ese niño? —preguntó. De inmediato negué— Entonces no tienes porqué ir a esa cena. No eres su novio, no estás en la obligación de presentarte con sus padres. —ella se cruzó de brazos, tal vez pensando en que había obtenido la solución a mis problemas.

La verdad no sabía qué estaba haciendo en la habitación de mi hermana y aún peor, contándole lo que el padre de Rubén me había dicho hace menos de dos horas. Ni siquiera, debí decirle sobre mi supuesta atracción por Rubén. Le había confiado mi mayor secreto a la persona incorrecta.

— Mejor olvídalo... —susurré antes de alejarme de su cama y caminar hasta la puerta de la habitación, sin embargo, su llamado me detuvo cuando apenas iba girando el pomo de la puerta.

— Cuidado que te acosen de pedofilia. —y nuevamente comenzó a reír, echándose en su cama nuevamente.

—Como desearía tener a Frank en estos momentos. —murmuré antes de salir de su habitación. Hablar con tu hermana mayor podría ser algo muy productivo en muchas ocasiones, pero mientras tú seas hombre y ella mujer, nada bueno puede salir.

Pude escuchar las risas de mi hermana a pesar de encontrarme en mi habitación y al abrir el mensaje de texto, que pensé podría ser de Rubén, me enojé aún más. Irina siempre buscaba alguna excusa para reírse de mí, ya sea mi altura o la falta de alguna novia, sin embargo, en esta ocasión yo le había brindado la excusa perfecta para que se ría de mí, incluso durante la cena lo hizo. Mis padres se quedaron algo extrañados al verle tan "alegre", pero no preguntaron por qué y no pude estar tan agradecido con el destino, pues de lo contrario, Irina no se hubiera molestado en decir abiertamente que mañana tendría que ir a la casa de mi "suegro".

𝐏𝐄𝐐𝐔𝐄Ñ𝐎 ; Rubegetta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora