𝗙𝗜𝗡𝗔𝗟

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Irina también se sorprendió cuando miró a Rubén y aunque sabía que ella quería preguntar, simplemente la ignoré, no solo durante todo el almuerzo, sino también cuando les pedí de favor a mis padres que pasaran a la sala de estar para hablar

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Irina también se sorprendió cuando miró a Rubén y aunque sabía que ella quería preguntar, simplemente la ignoré, no solo durante todo el almuerzo, sino también cuando les pedí de favor a mis padres que pasaran a la sala de estar para hablar.

Nuevamente me sentía temeroso, a pesar de encontrarme esta vez al frente de mi padre, de la persona que me vio crecer y me tendió su mano cuando decidí dar mis primeros pasos.

—Samuel, hijo, tengo que ir a lavar los trastes, así que habla de una buena vez. —mamá fue muy considerada y trató de no sonar tan desesperada por saber qué es lo que teníamos que decir, sin embargo, sabía que ella estaba tan ansiosa de saber qué es lo que ocurría con su hijo menor.

—Yo comenzaré con el papeleo para cambiarme del turno completo a medio turno en la academia. —papá abrió sus ojos en par y mamá también, sin embargo, Irina se encontraba de lo más tranquila y creo que ya suponía el porqué.

— ¿Por qué? ¿Acaso ya no te gusta la academia? —mamá siempre estuvo de comprensiva, incluso con su mirada podía ver su preocupación, sin embargo, papá estaba duro como una piedra, preparándose para regañarme.

— N-no, mamá, en realidad... —miré a Rubén, pero él no lo hizo, pues su mirada estaba fija en sus zapatos, que ya no eran de plataforma. Al parecer, le dolía mucho utilizar zapatos de plataforma, además que los pies se le hinchaban y eso me preocupaba—. Y-yo... Rubén y yo seremos padres. —lo solté tan rápido que temí que mi familia no me entendiera, sin embargo, al ver sus rostros pálidos, en especial el de mi madre, supe que ellos escucharon fuerte y claro.

Tomé la mano de Rubén cuando papá se colocó de pie y aunque dijimos que estaríamos juntos en esto, me sentía totalmente solo al enfrentar a mi padre. Irina estaba auxiliando a mamá, quien parecía no poder mantenerse en pie.

—¡Tú! ¡Tú...! ¿Cómo pudiste, Samuel? —mi padre, a diferencia del señor Doblas, sí gritó y me miró con cólera... con decepción—. ¡Ni siquiera cumples los veinte años... ¡No llegas ni a la mayoría de edad! —papá solo me miraba a mí y me alegraba, pues prefería eso a tener que ver cómo le echaban la culpa a Rubén—. ¡No lo puedo creer! ¡No puedo creer que seas tan malagradecido! —papá era tan parecido a mí y, aun así, ahora lo desconocía por completo.

𝐏𝐄𝐐𝐔𝐄Ñ𝐎 ; Rubegetta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora