𝟯𝟰

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— Está bien, muchas gracias

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— Está bien, muchas gracias. —colgué tan pronto como me aseguraron que la comida llegaría en quince minutos y tras un suspiro volví a la cocina.

Rubén y yo estábamos tan seguros de que íbamos a cocinar una rica tortilla de patatas, pero lo único que logramos hacer fue ensuciar muchos implementos de cocina y quemar una olla. No pregunten cómo lo hicimos, solo sé que para el momento en que terminamos de picar algunas verduras, la olla, preferida de mamá, ya se encontraba en llamas.

— ¿Qué tal va todo por aquí? —pregunté al entrar. Rubén me miró y sonrió.

—Ya terminé de lavar todo lo que ensuciamos y por más que traté de eliminar esa quemadura en la olla, lo único que logré fue rayarla. —me mostró la olla y efectivamente esta se encontraba rayada. Maldije mentalmente y sonreí, restándole importancia a eso.

— No te preocupes, mamá no se enojará mucho si le digo que el culpable fuiste tú. —reí, pero Rubén no le vio nada de gracioso, pues se puso serio y se cruzó de brazos, dándome a entender que no le gustaba para nada la idea de echarle la culpa—. Está bien, no pienso decirle que tú lo hiciste. — Rubén sonrió como si no hubiera pasado nada y me mostró el pulgar arriba antes de seguir limpiando—. La comida china llegará dentro de unos minutos—. avisé mientras caminaba hacia la sala de estar.

— Quiero tener una maratón de películas de Netflix. —gritó desde la cocina y entonces no me quedó de otra, más que hacerle caso a mi novio.

La comida llegó a los diez minutos y solo bastó cinco minutos para encontrarnos al frente de la televisión mientras disfrutábamos de la comida china. En realidad, no sabía qué es lo que estábamos viendo o, mejor dicho, qué es lo que estaba viendo mi novio, pues apenas este colocó una de sus películas favoritas, yo me sumergí en mi celular.

Estaba atentamente viendo otras cosas cuando sentí un intenso dolor en mi brazo. Rápidamente miré a Rubén y este me miraba con seriedad, casi como queriendo golpearme.

— Se suponía que esta noche sería especial. —la comida había quedado en segundo plano y el puchero que adornaba su rostro ahora no era nada bonito. No me gustaba.—. Íbamos a tener una noche de pareja, sin celulares o algo que pudiera interrumpir al otro. —se cruzó de brazos y entonces comprendí que había hecho mal.

𝐏𝐄𝐐𝐔𝐄Ñ𝐎 ; Rubegetta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora