XXXVII

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Marlon decidió salir de la villa de inmediato tenía que dar la información a Katherine cuanto antes. Al salir de su habitación escucho ruidos de una voz fuerte en el despacho, al acercarse noto que era Sergio guíen gritaba, al escucharle decir. "¿Por qué? ¿Por qué si yo salve el ducado para ti, siento tanto odio? 

¡Yo no deseo ser así, no deseo hacerte daño, yo te amo!. - Exclamaba intentando apasiguar el dolor que surgía en su interior, ese dolor que por mucho tiempo estuvo dormido había despertado, se había hecho presente desde que Marlon se había puesto mal". 

No sabía si lo decía de verdad, ¿Sería capaz de dejar a un lado el odio y dejar a Katherine en paz?. Su razonamiento se vio tentado, no sabía si creer lo que había escuchado o seguir con su camino. 

Las dudas se hicieron presentes en el, pero ganó su sentimentalismo en el fondo el quería dar el beneficio de la duda, quería creer que su hermano podía cambiar, que su hermano podría arrepentirse y dejar a un lado todo el dolor que había sufrido. 

Con esos pensamientos rondando su cabeza volvió a su habitación, donde no paraba de pensar y de abrazar con todas sus fuerzas las esperanzas de que así fuese, de que Sergio dejara su coraza y saliera a relucir ese gran hombre que en el fondo el sabía que existía. 

Marlon no soporto sabía que sólo una persona podría cambiarlo, que sólo Dios podría tocar su alma y sacarlo de la inmersa oscuridad en la que se encontraba. Así que comenzó a hablar con él Dios del cielo, contándole todo lo que hasta ahora el desconocía y auqne sabía que Dios ya lo sabía todo el prefería contárselo de nuevo, hablarle le encantaba, le hacía bien. 

La mañana siguiente David, se encontraba con el sastre quien termina los últimos retoques de su traje, la emoción se había más y más intensa, por fin cumpliría su más que anciado anhelo de casarse, con la dama de sus sueños, su preciosa Katherine, su amor. 

David solía ser detallista, y encontrar las flores favoritas de su amada no había sido fácil, su color peculiar era artificial ya que eran rosas naturales puntadas en un azul encantador, las cuales sólo pudo encontrar en América, no fue fácil pero por amor se logran las cosas que deseamos, y David aunque tuvo que dar un gran giro buscando las rosas, lo logro, deseaba complacerá a su amada aunque está no estuviese enterada, Katherine se enamoro de las rosas azules hace algunos años mientras leía un libro de botánica, mientras estudiaba el pigmento de las flores noto que se podrían crear hermosas rosas de diferentes colores si así lo deseaba, y desde entonces las rosas azules se plasmaron en sus pensamientos ansiando el día en el cual pudiera verlas. 

Por su parte Katherine ya con su vestido de novia en manos, no podía dejar de sonreír, estaba feliz, nunca imagino que ese día llegaría, y el que Dios así lo permitiera para ella era una gran bendición. 

El color de su vestido no era tan habitual, pero amaba su diseño, sus encajes, realmente había quedado encantada, la Señora Cooper, había realizado un estupendo trabajo, un auténtico y encantador trabajo.

Katherine se sentía complacida, encantada. Todo estaba bien, los preparativos habían sido cumplidos al pie de la letra por órdenes de Lady Beatriz, quien se había encargado de todo, incluyendo de elegir a la modista. 

El jardín estaba siendo adornado, se veía precioso, los arreglos estaban hermoso, Lady Beatriz, si que había realizado un perfecto trabajo, nunca había visto algo igual, estaba encantada, tantas flores le recordaban a su madre, Lady Eleonor, era una gran ama te de las flores, tenía un pequeño jardín que ella misma cuidaba, solía pasar horas contemplandolas, y solía decir que, los jardines se mantienen hermosos mientras sean cuidados con amor, las flores crecen cuando se riegan lo cual las mantienen vivas y fuertes, y así era el ser humano, cuando recibimos amor, damos amor, pero si no recibimos amor y cuidados era complicado amar de verdad, pues las heridas de la vida solían doler más que una bofetada. 

El Recuerdo del DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora