Narra Christopher.
Llevaba mi mirada fija en el camino, había algo de tráfico por lo que llegar a tiempo no era seguro.
- Debí quedarme en casa.
- Te lo dije - recordé.
- Ya que.
Bajé el volumen de la música ante el llamado de mi amigo, eso dejaba a entender que su infierno había terminado.
- Hey bro. ¿Cómo te fue? - pregunté.
- Creo que bien, vieja de mierda me quiere fastidiar.
- En un rato me cuentas mejor.
- ¿Hubo algún problema para que dejen entrar a Erick?
- Am...vamos en camino, surgió un problema y nos retrasamos - mentí.
- ¿Pero todo bien?
- ¡Qué sí! No te preocupes que aquí tu chiquitín va contento - reí.
Me aguanté las ganas de gritar ante su golpe, no podía negar que era un chico agradable.
- Qué perfecto mentiroso - habló.
- ¿Quieres que le diga que nos quedamos teniendo relaciones? Lo llamo de nuevo si quieres.
- Solo fue algo poco, tampoco te festejes.
- Pero bien que quisieras repetirlo - molesté.
- ¿Sabes si falta mucho?
- No, solo hay que doblar y estamos.
- Bien, gracias por traerme.
- Hey hey hey, a dónde - detuve.
- Caminaré, ya veo que digo para que me dejen entrar, también se me da mentir - rió.
- Como quieras.
- Dile a mi primo que espero que le haya ido bien, que lo veo en casa - pidió.
- ¿No te despides de tío Chris? Que grosero.
Tomó su mochila riendo ante mi comentario, extendió su mano en forma de despedida atreviéndome a jalar un poco para tener un buen acercamiento.
Mis manos cobraban vida propia, no tocar se me hacía imposible.
- ¿Pretendes calentarme? - preguntó agitado.
- No estaría mal desviar el camino. ¿No quieres probar el auto?
De pasar a odiar el tráfico agradecí que los autos estuvieran detenidos, no entendía por qué la vida me había dado tanto poder sexual.
Incliné la cabeza al sentir sus manos masajear mi punto débil, era coqueto y sabía jugar.
- Gracias por tu ofrecimiento, pero ya he tenido el placer de hacerlo en un auto, es cómodo - dijo para bajar.
Golpeé el volante al ver cómo mi erección seguía fija y dura, no tuve más opción que poner algo encima para que cubra mi acto de masturbación.
- Pendejo de mierda - maldije.
Me dirigí a casa para darme un baño lo suficientemente rápido, al menos estaba solo y no tenía que dar las explicaciones que seguramente me pedirían.
- Bro, llegaste - recibió Iván.
- Dime qué te fue bien.
- Espero que sí, estoy harto de esa vieja hija de puta, me trae entre las cejas.
- Te veo en el salón, debo ir a dejar esto - enseñé el libro.
- Surgió algún problema con Erick.
- No, tranquilo que ya aclaramos las cosas y de muy buena forma.
- Eso me deja más tranquilo, apúrate guapo - molestó.
En el camino saludé a mis demás amigos que iban en apuro a la clase, estos tres años en periodismo sin duda han sido una gran aventura.
- Christopher, hasta que te apareces por aquí - habló bajo.
- Vengo a dejar esto, ten.
- ¿Tienes apuro?
- Depende de lo que me ofrezcas.
- Pasa.
Miré hacía ambos lados esperando a que nadie nos estuviera viendo, la biblioteca era un perfecto laberinto en el cual coger era un riesgo excitante.
Gladys era la típica mujer cuarentona que amaba el sexo, lo único que sabía sobre ella era sobre la existencia de un hijo que al parecer estaba en su primer año de universidad.
- Eso, devoralo - pedí.
- Um.
Tomé su cabello en lo que movía mi pelvis recreando una embestida, no podía negarlo, me gustaba llevar el control.