Las cosas iban bien, para ser sincero con Erick llevábamos un buen noviazgo.
Vivir en mi casa por tiempo fue un impulso para que ambos tomemos la iniciativa de independizar nuestras vidas, en parte nos habíamos acostumbrado a convivir.
- ¿Interrumpo? - preguntó sonriente.
- Llegaste justo a salvarme, ya no puedo más - dije rendido.
- Dijiste que no ibas a hacer ejercicio.
- Perdón por querer ponerme en forma para ti.
- Ay, tú eres perfecto - dijo con un beso.
- Necesito hacer mi maleta, odio madrugar.
- Odio tu profesión, te lo juro.
- ¿Por qué? - reí.
- A veces pasas muchos días fuera de la ciudad, te extraño - dijo tierno.
Encontraba razón en sus palabras, a veces también sentía que lo extrañaba, nuestro lazo era muy fuerte y estábamos acostumbrados el uno con el otro.
- Pero al menos podemos llevar una vida sin necesidad - añadí.
- ¿Cómo que no? Necesidades la mías cabron.
- Esas palabras Erick.
- Me tengo que masturbar, solo, eso no es tan placentero.
- Si quieres...
- Olvídalo, báñate que tenemos un compromiso pendiente - recordó.
- Es cierto.
- Así que apresúrate.
- Ash, a veces me haces sentir como un niño, yo te debería dar órdenes - dije con una nalgada.
Su risa explosiva me contagió de inmediato, Erick era una mezcla de ternura, humor, sensualidad y pasión, era todo lo que necesitaba para mí.
A lo largo del tiempo fuimos solucionando algunos problemas, la situación con su tío tuvo solución, para nuestra tranquilidad al poco tiempo de nuestra discusión terminó con su novia y las disculpas por su parte las aceptamos a gusto.
- ¿Qué tal? - preguntó.
- Dios, tengo el novio más hermoso de este maldito mundo.
- ¿Verdad que sí?
- No seas tan humilde.
- Tú sí que te ves hermoso, como una moneda de oro.
- Te adoro - besé.
- Ollie está durmiendo, deberíamos aprovechar de salir para que no ladre mucho - susurró.
- Bien, andando.
Tomé su mano agarrando lo necesario, estaba seguro que apenas llegue a casa de nuevo estaría corriendo por todos lados arreglando mis cosas.
Esa manía de posar mi mano en su pierna mientras conducía no se me quitaba, al contrario, me encantaba.
- Un poco tarde - regañó Iván viendo la hora.
- Que mentiroso eres pendejo - negué.
- Pasen, que solo faltan ustedes.
Un escalofrío se pasó por mi cuerpo, era un momento especial tanto para Erick como para mí.
- Hola - saludo ella.
- ¡Dios mío! Es muy pequeña - dije sorprendido.
- Quiero cargarla - pidió Erick.
Abracé a Iván en forma de felicitaciones, se notaba que estaba feliz con el nacimiento de su pequeña hija y para ser sincero su novia era una gran chica.
- Creo que tengo buenos genes.
- Pero si es igual a la mamá - molestó mi novio.
- De hecho no se parece a ninguno - analicé.
- ¿Quieres cargarla?
- Ay no, Erick habíamos hablado de esto - susurré.
- No le harás nada, no seas cobarde.
- Oye, carga a tu sobrina o me vas a hacer sentir mal - dijo la novia de mi mejor amigo.
Sonreí por los nervios, la verdad nunca he sido muy apegado a los niños.
Apenas me miró sentí que mis mejillas se sonrojaron, era una bebé hermosa. Comencé a caminar por la casa con ella en brazos, se sentía extraño.
- Y eso que no querías - molestó Erick detrás.
- Espero que no se parezca a Iván.
- No seas malo - regañó en risa.
- ¿No te gustaría ser papá?
Su sonrisa se fue automáticamente, era un tema que poco y nada se hablaba.
- Sabes que eso no será posible.
- Osea sexualmente no pero...
- ¿Adoptar? Seamos realistas Christopher, eso toma años y más para parejas...ya sabes.
- Bueno, en eso sí tienes razón. Solo fue una pregunta curiosa, no estoy listo para un bebé.
- Ni yo, aunque contigo es como tener a uno, eres demasiado consentido.
- ¿Solo yo?
- Bueno, cincuenta y cincuenta - rió.
- Te amo bonito.
- Te amo.
Entre el Christopher del pasado y el actual, sin duda me quedaba con este, antes pensaba que la felicidad estaba en la cantidad de personas con las que me acostaba, en cambio ahora, solo necesitaba de una para complementar mi vida.