Miyeon 3 🤍

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🔥🔞 Con contenido sexual 🔞🔥

Era el décimo año en el que T/n se encontraba en esa condición y aún no se acostumbraba al frío invierno, cada año era lo mismo y no podía hacer nada para mantener sus pequeñas patas calientes.

Ya casi no tenía recuerdos de cuando aún era humana pues con el paso del tiempo fue sucumbiendo a los instintos de aquel cuerpo animal.

Lo único que recordaba bien era el rostro de aquella poderosa mujer que lanzó esa terrible maldición sobre ella, le parecía absurdo llamarla así ahora y no en el pasado cuando no creyó que algo malo pasaría.

Mantenía ese rostro en su cabeza por si se la encontraba de nuevo poder rogar por su perdón, pero eso no había pasado en diez años, sufría cada día al pensar que tal vez esta ya estaba muerta y la había dejado en ese pequeño cuerpo para siempre.

Una parte de la maldición le impedía envejecer en ese estado, la mujer quería que sufriera por mucho tiempo después de lo que hizo y la inmortalidad era justo lo que necesitaba.

No podía morir de vieja y tampoco por un accidente o porque ella lo provocara, era obvio que durante los primeros días había "muerto" varias veces por no saber cómo actuar bien en ese cuerpo.

No podía correr más rápido que un perro, no sabía caer de lugares altos sobre sus patas, a los conductores no les importaba que apenas fuera a medio camino, los niños podían ser más crueles que un animal, el hambre y ni hablar de la naturaleza, la nieve, las inundaciones y el fuego eran lo peor.

En el quinto año trató de quitarse la vida por cuenta propia fallando en el intento, debía suponer que no sería tan fácil pero aún así lo intentó.

Claro que todas las muertes las había sentido hasta que su corazón dejaba de latir pues era otro de los castigos, al día siguiente despertaba dentro de una pequeña caja de cartón en medio de un callejón.

Cada año que pasaba moría menos veces pues estaba mejor acostumbrada y podía evitar mejor los peligros, lo único que no había podido evitar durante cada año era morir de frío, no había conseguido una familia que la aceptara por su color de pelo, un gato negro siempre era visto como la misma mala suerte caminando.

Claro que había personas que la querían especialmente por su color, pero por algún motivo no confiaba en estas pues sus intenciones no eran buenas y podía sentirlo a kilómetros de distancia, lo aprendió bien cuando casi muere sacrificada, una fuerza superior había trabajado a su favor para que no ocurriera.

Esa noche hacía más frío de lo normal y sus rosadas almohadillas podían sentirlo con cada paso, después de caminar por bastante tiempo sin encontrar algo que la calentara se quedó hecha una bola en un escalón.

Podía ver su reflejo en el hielo bajo sus patas, sus ojos verdes y su pelaje negro que ya ni siquiera brillaba pues estaba descuidada, hacía bastante tiempo que estaba viva desde el último invierno, se entristeció por no poder mantenerse con vida por un año completo.

Cada vez que aparecía en aquella caja su pelo era brilloso y suave, tenía bastante energía y su estómago no gruñía cada cinco minutos por el hambre, era como nacer de nuevo.

Miró por varios minutos su reflejo recordando aquel trágico día en su vida, si tan sólo hubiese tenido más cuidado esa mañana ahora seguro que estaría en su cuerpo real dentro de una casa disfrutando con su familia, quizás con su pareja o sola pero al menos caliente.

Los ojos que tenía en ese momento los había visto hace diez años suplicando por su ayuda, esa mañana tenía prisa pues tenía una importante entrevista de trabajo para un buen puesto, algo asombroso para alguien de veintidós años recién cumplidos.

One Shots-(G)I-DLE y TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora