Capítulo 4

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—Recuerda que mañana...—Christian miró el reloj. De nuevo, ese rápido polvo se había alargado dos horas. —es decir...hoy tenemos la cena con mi padres.

—Si, y este sábado con los míos...—Anastasia suspiró. —mi amor, te recuerdo que mi familia...

—Es especial, ya me lo dijiste.—besó sus labios y acarició la fina cintura de ella, desnuda. —es obvio, por eso ha salido una hija tan especial...

Ella sonrió, pero pronto bajo la mirada.

—Pero cariño, no me refiero a tal cosa. No veo a mis padres desde que me trasladé a Los Ángeles... ahora ellos vienen Desde Canadá... para que les presente a mi futuro marido y a mi hija.—suspiró. —y son diferentes. Intento que sepas...

—No te preocupes.—dijo callando a Anastasia con un beso. —te amo, ¿lo sabías?

—No.—dijo ella haciendo puchero.

—Al final, sí tendré que castigarte por ser mentirosa.—dijo juntando de nuevo su cuerpo desnudo con el de ella y apretando una de las suaves y blancas nalgas de Anastasia.

—Castígame.—sonrió ella. —ah, por cierto ni se te ocurra planear la luna de miel. Me toca a mi sorprenderte.

—¿Más aún?

—¡Siempre eliges tú los viajes! Me toca a mí.

—Bueno...mientras sea contigo, me pierdo en la nada, si hace falta.—besó su frente. —y dime, ¿a dónde me llevas mi querida esposa?

A Anastasia se le erizó la piel al escuchar eso.

—No te lo diré, es sorpresa.

—Vamos...no podré aguantar dos meses.—dijo él poniendo cara de pena. —¿a dónde vamos?—sonrió, colocándose encima de ella y mordiendo su estómago.

—¡Christian!

—Yo sé que te gusta...—dijo rozando su piel con ligeros lametones. —vamos...dímelo...si no...

—¿Si no qué?

—Te torturaré...—dijo empezando a hundir su boca en su entrepierna. —y te aseguro que lo sé hacer...

—No, ¡Chris! ¡Christian...!—gimoteo ella. —pará, pará...—rió. Christian apoyó su barbilla en su Monte de Venus. La miró. Desde allí tenia una visión perfecta de sus pechos.

—Te ves tan linda...—murmuró. —me estoy poniendo muy duro...—dijo y se acomodo entre las sabanas. —mierda, me molesta y todo.—los dos rieron.

—Vamos...debes adivinarlo...—dijo Anastasia acariciando su cabello. No se dejaron de mirar. Christian subió un poco.

—Nos vamos a... Moscú.—dijo besando uno de los pechos. Anastasia negó.

—No a Rusia, ¿después de lo que pasó? ¡ni loca! —Christian besó el paso entre sus pechos, justo donde había una pequeña peca.

—Entonces...a Alemania.

—No.—dijo ella sonriendo y disfrutando de sus besos. Christian siguió besándola mientras nombraba algunos lugares.

—¿Austria?—ella negó. —¿China?—los dos rieron de nuevo. —¿Qué? ¿Japón?—inclino su cabeza para mirarla, volviendo a su altura. —¿No querrás ser mi geisha?

—Lo soy, cada día.—dijo Anastasia, acariciando su mejilla. —y no, no nos vamos a Japón.

—Buf, pues no sé.—se quedó pensativo. —¿ne sera pas a France, mon amour?

—Te cómo.—dijo Anastasia, divertida. —tus acentos me ponen.— admitió.

—Oh...¿desde cuándo la pequeña Steele dice tales cosas?

—Desde que dejó de ser tan pequeña.—respondió y entonces mordió una de sus orejas, juguetona. Christino rió.

—Para mí, sigues siendo mí pequeña.—volvió a morderle el estómago. —y bien, ¿me dirás a dónde vamos?

—Te doy una pista...—dijo Anastasia. —no hace falta que te vayas tan lejos...ni a la China.—se rió. —ni a Japón, ni a la India.

—¿Entonces es por aquí?—sonrió Christian. —¿Las Vegas? Oh.— gimió. —mi bebé y yo una semana en la cuidad del pecado, fantástico. —Anastasia rió.

—No, tampoco está tan cerca.—dijo tomando una de sus mejillas y estirándose para besarlo.

—Hum...—Christian agachó la mirada. —no sé, vida, se me terminan las ideas.—suspiró. —¿Miami?—Anastasia negó. —¿Cuba? ¿México? ¿Colombia? Son países hermosos. —Christian sonrió.

—Sí, lo sé. Te acercas pero no...—dijo finalmente. Christian arqueo las cejas.

—Oh, ya sé. —sonrió. —ya sé, ya sé, ya sé...

—Dime...—susurró ella.

—Argentina.—dijo él con un rintintín.

—¡Premio!—sonrió ella. Christian la besó.

—Me gusta.—terminó por decir. —me gusta, me gusta mucho.

—Quiero hacer el amor contigo en el interior de las cataratas de Iguazu, visitar Bariloche, alquilaré un chalet allí, para pasar una luna de miel espléndida, perfecta. —sonrió ella.

—Lo haremos. —reprendió Christian. —no te preocupes, tú pon él lugar...que yo pongo todo lo demás, gatita.

Protégeme 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora