Capítulo 6

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Anastasia le dio un beso de buenas noches a Phoebe y se fue hacia la cocina. Aún llevaba el vestido de cóctel puesto. Solo esperaba llegar a su habitación para quitárselo. Terminó de recoger algunas cosas y se fue a el cuarto. No llegaba a la cremallera del vestido, antes Christian le había ayudado a subirla...y de que manera. Sonrió.

—¿Chris?—dijo quitándose los zapatos de tacón y dejándolos encima de esa moqueta color granate. Christian amaba el color granate para adornar su habitación... matrimonial. Pero su color favorito era el verde. Río. ¿A qué venían esos pensamientos? —¿Christian?—no aparecía. —Niño, ¿dónde estás?—anduvo descalza buscando en el baño, en el salón, bajando las escaleras de nuevo. Pero no lo encontraba. —¿Dónde se habrá metido?— suspiró, entrando de nuevo en la habitación e intentando desabrocharse el vestido, de nuevo.

—¿Con que niño, eh?—sintió que alguien la toman fuerte de las manos. Tuvo un escalofrío al notar el duro cuerpo de Christian. Y como su torso, obviamente desnudo, rozaba su espalda descubierta. Una cachetada, dura, hizo que diera un respingo.

—¡Christian!—se enojó ella.

—Ah, ah...no se queje señorita.—Christian bajó la cremallera del vestido, sin dejar de tomarla, fuertemente por las muñecas. —su novio me dijo que se ha portado mal...últimamente ha dicho muchas mentiras...—sintió su aliento, próximo a su cuello, y sus labios, rozándolo. —por eso ha enviado al agente Christian a detenerla.—tiró más de sus manos, hasta que Christian tuvo que arquearse un poco. Una vez, el vestido ya en el suelo, Christian le tapó los ojos. —no puede ver, ni tocar nada. Nada. Sino cumple, será castigada...—dijo Christian. Anastasia esbozó una sonrisa. Era la primera vez que él y ella empleaban ese tipo de juegos, pero, Dios, como la había excitado. Christian la tumbó en la cama. Alzó sus brazos por encima de su cabeza y Anastasia escuchó como algo se cerraba alrededor de sus muñecas. Tiró y escuchó como las cadenas se tensaban. Sin dejar que pudiera mover mucho los brazos.

—¿Me has atado?

—¿No lo nota?—Anastasia se mordió el labio. Christian la trataba de usted, como si fueran dos completos desconocidos. Eso la puso mucho. —y tanto que no lo notó. —sonrió.

—¿Con que quieres jugar, eh?

—No hable.—se limitó a decir él. —sino, será castigada...—en esa última oración, sintió como a Christian se le escapó la risa.

—¿Y que me hará policía?—dijo, siguiéndole la diversión. Christian no era así, antes. Pero de todas formas, la enamoraba. Siempre, desde siempre. El Christian del principio de su historia, frío y malévolo. Y el Christian de ahora. Romántico. Pasional. Salvaje, siempre lo había sido. Sintió el peso del cuerpo de Christian encima, y como algo frío rozaba su muslo. Algo tenso, duro, de tacto de cuero.

Tragó saliva.

—¿No iras a...?—murmuró ella. Christian pulsó sus labios con un dedo, haciéndola callar. Él sonrió y se inclinó hacia ella.

—Cuando le duela, paro.—susurró en su oído. Y rozó el lóbulo de la oreja. Anastasia se arqueó, como señal de que le gustaba. Sintió como Christian paseaba su juguetito por sus piernas hasta llegar a su objetivo. Rozó su vagina con la correa. A la vez, sentía el aliento de él, clavado en su cuello. Todo aquello, nunca hubiera pensado que le gustara. Pero sí, Dios, así era, la ponía al cien, él la ponía al cien. Christian arrancó su sujetador. Anastasia sintió frío. Se le erectaron al momento. Seguía sin ver nada y eso la incomodaba. Quería verlo, quería ver que hacia. Pronto sintió un pequeño tirón en los pezones.

—¡Christian!—no se lo esperaba. Y fue más por la sorpresa que por el dolor. Sintió como una fina cadena resbalaba por su entre pecho hasta quedar en un lateral de su cintura. Sintió los besos de Christian, rodeando aquellas pequeñas pinzas que tiraban de sus sensibles pechos. —mierda...

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