"Protegerlas siempre será mi misión"
-Tercera temporada de "protégeme", es necesario haber leído la primera y segunda parte.
Historia adaptada al universo de Cincuenta sombras con los personajes de Christian Grey y Anastasia Steele. Todos los crédit...
Las ramas se estampaban con facilidad y dureza contra el cristal del precioso y caro coche. Pero a él le daba igual. Gotas de lluvia empezaron a chispear contra el parabrisas. Para colmo, algo se cruzó en el recorrido de Christian. Él frenó de golpe. Respiró hondo. Abrió la puerta y sacó un pie fuera. Las botas se hundieron en el suelo, ya empezando a ser barro. Observó el coche. No lo había ni rozado. Empezó a sentir humedad en sus hombros. De repente....
—¡Papá! —Christian se llevó el susto de su vida. Bajó la mirada. Phoebe. Phoebe, Phoebe... Phoebe lo abrazaba, Phoebe estaba llorando pero estaba viva. La agarró en brazos. Christian empezó a llorar. No pudo aguantar más las lágrimas, la emoción de tenerla de nuevo, la rabia que sentía de saber que ahora era Anastasia quién estaba en manos del idiota de Jack. Phoebe abrazó el cuello de su padre. Ella también lloraba. Estaba horrorizada, tenía miedo. Christian sentía como temblaba. Hacia frío, estaba oscuro. ¿Qué hacía ella en el medio del bosque? Se metió en la parte de atrás del coche, junto con Phoebe. La tapó con una mantita.
—Mi vida... —murmuró Christian, apartándole los mechones de pelo hacia atrás. Phoebe tenía algunos cortes. —¿Quién te hizo esto? —dijo acariciando el brazo de Phoebe.
—Un hombre —hizo puchero. —Tengo miedo, papá.
—Ya no tienes porque tenerlo, mi niña, estás conmigo... conmigo no te pasará nada... —la abrazó. Phoebe se alzó un poco para besar la mejilla de Christian. Él la miró.
—Me da igual que rasques. Te quiero. —sonrió. Y Christian volvió a tener fuerzas. Volvió a sentirse vivo, acompañado. De su pequeña.
—Phoebe —la llamó. Ella lo seguía mirando. —Vamos a matar al hombre que te hizo esto —ella rió. Y dijo algo que Christian no se esperaba.
—Sí —asintió. —Vamos a matarlo... y a rescatar a mamá —las ruedas se embarraron, el parachoques se ensució. Christian tomó a Phoebe de la mano y cogió su Ak-47. Caminó por el patio que tenía la gran mansión. La puerta estaba abierta, y por el corredero, había distintos hombres. Tirados en el suelo. Muertos. Christian suspiró. Habría sido un gran trabajo tener que encargarse de todos aquellos hombres y después encargarse de Hyde. Gracias, Ross.
Avanzó por el llamado territorio enemigo. Se detuvo en frente de una puerta. Escuchó gemidos de dolor. Sabía lo que hacía Hyde, sabía lo que le gustaba; coleccionar mujeres muertas. Sabía lo que hacía antes de follárselas. Christian estaba decidido a abrirla, cuando escuchó como Anastasia escupía unas buenas palabras.
—Yo maté a Elena, y a la zorra de Leila —le dijo, mientras más jadeos se escuchaban. La sangre le bulló en las venas. No quería ver como torturaban a Anastasia. Ella tosió. —Pero Christian te matará a ti, jodido hijo de perra —volvió a toser. Christian sabía perfectamente a qué se debía esa tos... ella, su mujer, su amor... estaba vomitando. Y apostaba a que era sangre.
—Me dan igual ese par de perras. Elena ya me dio lo que necesitaba —Christian dedujo lo que sería una bofetada. En carne desnuda. Miró hacia Phoebe, que a la vez, ella lo miró a él.
—Prepárate, mi vida... lo que vas a ver ahora, no será nada agradable —Christian abrió la puerta de golpe. Observó que Anastasia estaba en una punta del salón, atada. Así que disparó. Disparó. Disparó. Si le daba, pues que bien. Si no, Hyde se enteraría de quién había llegado. —¿Dónde te has metido, pedazo de mierda? —Anastasia sonrío al ver que Christian había llegado. Más aún, al ver que Phoebe iba con él.
—Santo cielo —dijo, cayendo rendida. —Ahora ya estoy tranquila —su corazón volvió a acompasarse, al ritmo lento.
—¡Anastasia! —Christian la miró. —Por lo que más quieras, no te duermas. No te duermas, mi vida... —ella estaba envuelta en una capa de sangre. El jersey estaba manchado, los pantalones rasgados. Y con ellos, sus piernas. Había perdido mucha cantidad de sangre... si se dormía, lo más probable, era que no volviera a despertar.
—¡Papá! —gritó Phoebe, quitándolo de sus pensamientos. Él se giró. Cogió el matojo de cabellos rubios. Tiró de ellos, haciendo que Jack se arrodillara. Christian rió. —Te tengo. Te tengo... —repitió. —Ahora si vas a saber lo que es dolor... por lo que le has hecho a mi familia... —miró a Phoebe. —Mi amor, ¿Qué le hacemos a este hombre malo? —Hyde se intentó levantar. Pero Christian tiró más de su cabello. Lo apuntó con su pistola.
—Mátalo —le pidió Phoebe, palmeando sus manos. —Él le hizo daño a mamá.
—No mires —le pidió Christian a Phoebe. Ella se escondió detrás de Christian y cerró los ojos con fuerza. Y lo último que escuchó fue el ritmo de la AK-47, acompañado de un grito ahogado. Christian desató apresuradamente a Anastasia. La agarró en brazos.
—Mi vida... —dijo Christian.
—Christian —ella sonrió y acarició su mejilla. Él dejó correr más lágrimas.
—Gracias...
—¿Por qué? —él no esperó respuesta. —Anastasia, por Dios, sé fuerte, no me dejes... —empezó a andar, hacia afuera. La tormenta había aumentado, la lluvia se llevó parte de la sangre. Christian, una vez en el coche, se arrancó un trozo de jersey y le hizo un torniquete a Anastasia. Justo en el muslo, donde tenía la herida más grande. —Te vas a poner bien, de verdad... —le dijo Christian, mientras colocaba a Phoebe en su sillita. —Te llevaré a la agencia, allí nuestros médicos forenses te atenderán enseguida...
—Christian, Dios mio... no puedo más... —sollozó ella. —Déjalo, he perdido demasiada... sangre... —sentía como sus párpados caían, cada vez, más cansada.
—¡No! —Christian le ató el cinturón a Anastasia, cerró las puertas y arrancó. —Nunca, ¿Me escuchas? —le dijo Christian, agarrando su mano, mientras conducía lo más rápido posible. —Sigue despierta, bonita, sigue escuchándome.
—Christian... —volvió a musitar ella. Ya casi ni se le escuchaba. Las lágrimas de él, seguían resbalando, mezclándose con las gotitas de lluvia que habían suspendidas en su cara.
—No hables, no gastes fuerzas. Pronto llegaremos, te hacen una buena transfusión de sangre, y te dan unos pocos puntos, y lista... —la voz se le ahogaba, el pulso no le podía ir más rápido. Le temblaba todo. Nunca lo había pasado peor... —Mi vida, te amo, te amo más que a nada...
—Eh... —pudo distinguir una leve sonrisa de Anastasia. —Y yo...a ti, más —entre cerró los ojos, una lágrima resbaló, por su sien, terminando en su oreja. —Cuida de nuestra pequeña princesita...
—¿Phoebe? —la llamó Christian gritando.
—¿Q-Qué papá?
—¿Recuerdas lo que te enseñé aquella vez?
—Tomar... el... pulso, sí —respondió ella llorando.
—Hazlo con mami, vamos, toma su pulso... recuerda como te lo enseñé, recuerda tener el cronómetro en tu mente y cuando el cronómetro llegue a veinte segundos dime cuentas pulsaciones contaste —era algo difícil para una niña de cuatro años, pero si algo heredó de Christian, era su inteligencia y sabía que ella podría con eso.
—Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis... papá son seis —dijo Phoebe.
—¡Mierda! —Anastasia estaba muriendo, era casi imposible que llegará a tiempo. Sus ojos se nublaron por las lágrimas, pero a los segundos las apartó, o tendría un gran accidente.
—¡Papá, mamá no respira! —Phoebe empezó a llorar más fuerte, y Christian... Christian sintió su mundo derrumbarse.
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